El fango

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El escándalo domina el debate público y pocas cosas son tan escandalosas como los ataques directos en voz del Presidente, quien además tiene un aparato de propaganda que se encarga de replicarlos con estridencia en medios afines y redes sociales. Esa es la función principal de la mañanera: dirigir la discusión hacia donde le interesa al Ejecutivo, sea para enfocar un asunto o para distraer sobre otro, instrumento al que no quiere renunciar durante las elecciones, aunque viole la Constitución, pues para darse esa licencia sirve tener en la bolsa al Tribunal Electoral.

Enredarse con la defensa de la controvertida candidatura de Félix Salgado Macedonio se le revirtió a tal grado que ha intensificado su ofensiva en distintos frentes con la intención de desviar la atención. Ya se dio cuenta de que entre más habla del asunto más se hunde y los costos se siguen incrementando.

Por eso busca escalar otros conflictos e insiste en recurrir al sobado expediente de denunciar a sus villanos preferidos de delirantes conspiraciones para darle mayor intensidad a la polémica con la expectativa de que se le dé vuelta a la página o, al menos, quede en segundo plano su confrontación con feministas y mujeres que no se reivindican como tales. Le quiere dar un empujón a su célebre “¡ya chole!” y cambiar la conversación.

Su esfuerzo será en vano porque, a pesar de que tiene el megáfono más grande, no juega solo la partida y él mismo se encargó de colocarse en el centro del conflicto. Los colectivos no van a soltar el tema del presunto violador postulado por el partido oficial y seguirá presente durante toda la campaña, es el talón de Aquiles más notorio del régimen y de quien lo encabeza.

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El muro de la vergüenza, convertido en memorial de las víctimas de feminicidio, es la imagen simbólica que mejor desmiente la narrativa épica de la “4T” y perseguirá a Andrés Manuel López Obrador más allá de su presidencia. El mandatario quiere que se olvide, pero hay muchos que se encargarán de recordarlo.

En el frenesí de crear escándalos para opacar el que les incomoda, y que además no se repare en los estragos de la crisis económica, el mal manejo de la pandemia y la violencia perenne durante el proceso electoral para tratar de atajar el voto de castigo, el debate público continúa degradándose y lo único que queda claro es la falta de escrúpulos para poner en la picota a los no sometidos.

La deleznable campaña lanzada contra Víctor Trujillo atenta contra la libertad de expresión porque lo que le duele al poder es lo que dice a través de su personaje, Brozo, y resulta absurdo, calumnioso e insultante pretender equiparar las acusaciones de las víctimas contra un presunto violador y abanderado de Morena con comedias satíricas realizadas con profesionalismo por actrices libres que nunca han insinuado maltrato alguno.

Llevan las cosas al lodazal de la calumnia y la descalificación ideológica para que prevalezca el pueril discurso maniqueo de los honestos salvadores de la patria que enfrentan a conservadores apátridas que quieren recobrar privilegios perdidos en complicidad con la rapacidad de consorcios extranjeros. De ahí que el Presidente desempolve el rancio nacionalismo de mediados del siglo pasado, pensando que la gente olvidará sus penurias si les pone enfrente a Masiosare, el extraño enemigo. Pero su efectividad es dudosa, siendo que significa pasar por encima de la Constitución y privilegiar la generación de energía cara y contaminante. México y el mundo han cambiado mucho y eso se expresa también en las mentalidades.

López Obrador alimenta temores al difamar desde el púlpito mañanero al juez Juan Pablo Gómez Fierro, pedir a la Judicatura que lo investigue por conceder la suspensión de la reforma eléctrica y descalificar moralmente al exministro José Ramón Cossío por sus actuaciones en la SCJN, al que acusa, sin pruebas, de estar detrás de los quejosos; penoso linchamiento desde prejuicios ideológicos por resoluciones fuera de contexto.

El lodo de los ataques no alcanza a ocultar el daño al Estado de derecho que causan las ostentosas presiones presidenciales al Poder Judicial, al igual que las injurias contra abogados que legítimamente representan intereses afectados.


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