El chisme tiene permiso

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En nuestra vida política la sucesión del presidente en turno es lo que rompe el ambiente de equipo. La camaradería se torna áspera, todos hablan mal de todos; lo que eran patadas bajo la mesa se convierten en patadas voladoras. Uno de los reflejos de esos pleitos se lee en columnas que hacen eco de las diferencias entre los miembros del gabinete y los grupos del partido. Es en esos momentos cuando el chisme tiene permiso, cuando cada quien toma partido.

El columnista Salvador García Soto nos ha dado en una semana tres perlas en ese sentido (El Universal, 14/04/16, 18/04/16 y 19/04/16), en las que queda claro el proceso de desbandada al interior del grupo peñista. Una columna nos habla de una «bacanal» que organizó el gobernador del Edomex, Eruviel Ávila. Una vez terminada la reunión de la Conago sirvió tequilas a la concurrencia: gobernadores, secretarios e incluso el Presidente, quien tuvo que quedarse por las inclemencias del tiempo.

Como es bien sabido, si se reúnen más de cuatro hombres a hablar de política es muy fácil que la cosa degenere, y ahí había por lo menos 30 individuos. El trago corrió… García Soto nos cuenta que Eruviel animaba a sus invitados a empujarse «un hidalgo» o «un cruzadito». También, como es bien sabido, donde más de 30 conviven sin el contrapeso de las esposas, la cosa se presta al reclamo airado, el ajuste de cuentas, la ofensa retenida durante tiempo. A este tipo de eventos se les conoce vulgarmente como pedas. Y sucedió lo que pasa en ese tipo de eventos: un «joven gobernador de un estado del sureste» se puso hasta el queque e insultó a un secretario; otro gobernador lo quiso calmar y recibió un golpe en la boca. Como se ve, las cosas se están saliendo de control y ya se hacen públicos este tipo de «incidentes».

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La segunda y la tercera perlas tiene que ver con que el presidente Peña regañó a todo su gabinete. Les llamó la atención de manera acomedida pero enérgica. Les recordó que es él quien toma las decisiones y que nadie puede irse por la libre. Sorprendidos, varios se preguntaban a qué se debía la reprimenda, quién había sido el Judas. Una vez que García Soto había revelado esta reunión, la respuesta llegó al mismo columnista: el enojo era contra el secretario de Agricultura, José Calzada. Este sujeto tuvo la osadía —en este gobierno parece que lo es— de hacer pública su declaración de la llamada tres de tres, iniciativa para hacer público su patrimonio, declaración fiscal y de conflicto de interés. La decisión de Calzada seguramente cayó como bomba en un gobierno que destaca por sus escándalos de corrupción. Uno puede imaginarse las llamadas entre los compañeros de gabinete de Calzada: «¿Qué le pasa? ¿Qué no se da cuenta que nos ventanea a todos incluido el mismísimo Presidente? «Pinche Pepe, mano, me recuerda al matadito de la escuela diciendo que él sí hizo la tarea». «Cierto, además esa declaración no aguanta las tres revisiones, se ha de creer muy puro el ojete. Además somos equipo, hay que acusarlo». No creo estar muy lejos de lo ocurrido con estos diálogos inventados, pero de cualquier manera pronto lo sabremos, pues en el gobierno ya el chisme tiene permiso.


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