Dos malos y uno pésimo

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Si alguien sigue sin considerar el factor sorpresa en las elecciones, seguramente se llevó una cubetada de agua helada con lo sucedido en Iowa. Las cosas para México pintan terrible en cualquier panorama. Trump es una verdadera amenaza, un desquiciado que ha sabido poner a bailar a los medios al son que él toca y cuando decide tocarlo (la última fue su inasistencia al debate de la cadena Fox, montó un show en otra cadena y se llevó la noche). Trump es un delirante que sabe lo que tiene que gritar y por eso es peligroso: porque lo escuchan, le hacen caso.

Las insolencias y bravuconadas del multimillonario tienen el riesgo de encender la mecha de una extensa franja ignorante y primaria de la población del país vecino. Él sabe que lo que dice tiene eco. No quiere la tele, quiere el poder. Para eso sabe que una buena mezcla de xenofobia, odio y agresividad contra los adversarios le da cierto toque de american way, que muchos quieren reconquistar expulsando —por decir lo menos— a los fuereños.

En términos del Partido Republicano parece que no tenemos salvación. Trump es un estridente, una gigantesca bocina de amenazas y bufonadas, pero los otros dos, Ted Cruz y Marco Rubio, no porque no griten son menos peligrosos. El fanatismo de ambos es muy similar al del magnate inmobiliario. Ambos tienen más raíces y movilidad en el partido que Trump y eso quedó demostrado este lunes. El empresario traía en la última encuesta siete puntos arriba de Cruz y perdió por cuatro y solo le llevó un punto a Rubio. A pesar de su apellido, hijo de cubano y estadunidense, no es ninguna buena noticia para los latinoamericanos la candidatura de Ted Cruz. Se llama Rafael, pero prefiere el Ted y pensar en una ley favorable de inmigración no es posible, al contrario, Cruz es partidario de quitar conquistas de quienes no tienen documentos.

El actual ganador es miembro de la derecha norteamericana más recalcitrante. Es representante del Tea Party, que lideró Sarah Palin —cuyas opiniones en temas de política internacional arrancaban carcajadas en todo el mundo— y que tomó por asalto las filas republicanas. Enemigo acérrimo de Obama, Cruz llegó a estar 21 horas hablando en el Senado con tal de que no se votara la ley de salud que había mandado el presidente.

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Marco Rubio tampoco canta mal las latinas. Hijo de cubanos y casado con colombiana, también ha sido un destacado militante del Tea Party. Su diferencia con Cruz radica en ver quién es más extremista en determinados temas. Rubio representa también el núcleo rígido de Miami. Ha tenido una carrera meteórica siempre desafiando contendientes que creen que lo eliminarán fácilmente. Varios analistas, a pesar de haber quedado en tercer lugar, lo dan como ganador del pasado lunes.

Tenemos pues, dos extremistas y un orate. Dos malos y un pésimo. Escojan ustedes cuál es cuál porque no parece ser un bonito escenario.


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