Dos imágenes y un dolor

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La foto no miente. Son familiares de jóvenes desaparecidos en Iguala. Tienen el rostro del dolor secular, es la cara de la miseria y la resignación ante el abuso. Es la cara de quien ya no cree en nada, que lo ha sufrido todo porque los han abandonado desde siempre. El blanco y negro hace que la fotografía sea una desoladora pieza de tristeza.

La foto es acompañada de una nota de el corresponsal de El País (11/10/14), en la que señala que Guerrero es gobernado por “un dinosaurio durante cuyo mandato el territorio ha caído bajo el imperio del narco, convirtiéndose en el  más violento de México”. The New York Times señaló que “en un país acostumbrado a los asesinatos en masa, el caso ha generado alarma”. Pero a nuestras autoridades nada les pasa, nada los cimbra. Como si Iguala fuera parte de algún lejano planeta.

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La dinámica del propio caso abona al crecimiento del espanto. Será horror por goteo. El descubrimiento de fosas, el proceso del ADN, el estado en que son encontrado los cadáveres, el no encontrarlos, todo hace que el tema se extienda en el tiempo ante la mirada atónita de todos. Si los cuerpos en las fosas no son los de los muchachos, entonces ¿de quién son? Parece que Guerrero en un hoyo de terror.

El gobernador Ángel Aguirre, cuya sola presencia despierta indignación, se arma eventos pagados en los que le gritan porras y lo animan. Aguirre la emprende contra sus críticos. No le da valor a las quejas ciudadanas, él cree que todo es cuestión de unos “opinotecnócratas” del centro que desconocen la realidad guerrerense. Probablemente tenga razón. Entender la realidad de ese estado resulta una tarea compleja. Pero de lo poco que se puede entender es que no hay gobierno en ese lugar y que el responsable, Aguirre, es una permanente exhibición de cinismo e irresponsabilidad.

El titular de la PGR dijo que sí se reunió con Bejarano pero que no le dio pruebas. Caray, pues es que se supone que la autoridad investigadora no es Bejarano, sino el procurador Murillo. Al día siguiente al PGR anunció que “invitaba” a declarar al diputado. Es claro que Iguala rebasa a todos, los muestra, los evidencia, en su simpleza o en su irresponsabilidad, en sus cálculos y en sus miserias.

De manera sorprendente, el manejo de la figura presidencial ha sido un desastre en la semana. El lunes salió en un mensaje en el que no anunció nada. Los periodistas se quedaron con la pluma en la mano y el papel en blanco. El miércoles se llevaron al Presidente a hacer campaña electoral —¿por qué no?, si casi no hay nada qué hacer— a Nuevo León. Es un estado que el PRI puede perder. Tan es así que el Presidente aprovechó para darle un golpe a la candidata mejor posicionada de la oposición: la alcaldesa de Monterrey. A la señora no la invitaron al acto presidencial y entonces Peña dijo que saludaba a las autoridades y “a la presidenta municipal de Monterrey… No, no está” dijo mientras volteaba a todos lados como buscándola, provocando risas de los asistentes” (Reforma 9/10/14). Muy simpático. Ya encarrerado con el buen humor, el Presidente se lanzó a tomarse fotos, ser apapachado y despeinado. Es una imagen que nos dio la televisión: el Presidente rodeado de mujeres que gritan y lo soban, lo abrazan y le deshacen su famoso copete.

La fotografía aparecida en El País de familiares de los desaparecidos y la imagen del Presidente con las mujeres son dos imágenes de un país que sigue buscando a jóvenes en fosas clandestinas y encuentra otros cadáveres. Dos imágenes que hablan de los dolores de cada quien.


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