Daños colaterales

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Los terroristas destruyen vidas, siembran miedo y generan polarización social. Las consecuencias primeras frente a estos ataques son visibles, ahí están los contraataques y la urgente coordinación entre países que sienten amenazados en sus poblaciones y territorios.

Frente a los actos de terrorismo donde el ejército yihadista ha impuesto la ley de la muerte y el exterminio, se fortalecen posiciones que terminan por castigar a grupos inocentes, en ocasiones de manera irreversible.

Los terroristas provocan daños colaterales que sin ser tan evidentes generan otra clase de exclusión.

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Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y otras ciudades estadounidenses, muchas cosas cambiaron en el mundo. Una de ellas impactó negativamente a nuestra comunidad en Estados Unidos. He conocido testimonios de familias e historias personales cuyos trámites para lograr un estatus legal migratorio estaban en trámite, y en su gran mayoría fueron rechazadas o congeladas.

El dolor y el miedo producto de los atentados terroristas contra las torres gemelas en Nueva York provocaron nuevos códigos y protocolos de seguridad, la dinámica de los aeropuertos y vuelos comerciales se modificó por completo, pero también eventos en que ciudadanos decidieron no abordar un vuelo porque había entre los pasajeros alguien que por su apariencia les parecía amenazante. La relación misma entre México y Estados Unidos se trastocó de manera importante.

La lógica, equivocada en mi opinión, que sostiene que el “mal” viene del exterior y en consecuencia todo lo que se origina en el exterior es un riesgo, se aplicó de manera indiscriminada. Así, la primera estrategia es cuidar las fronteras. Este criterio ignora varias cosas. Tanto en 2001 como en los recientes acontecimientos en París, quienes perpetraron los atentados estaban en el territorio de manera perfectamente legal y autorizada, incluso algunos de ellos eran ciudadanos o residentes regulares de los países atacados. En este contexto, carecen de sentido las fronteras rígidas, por lo menos las fronteras físicas, no se trata de impedir la entrada al enemigo por la sencilla razón de que ya está en casa. El otro aspecto que se ignora es que las fronteras tienen “dos lados” y que se requiere del vecino para tener una frontera segura.

Finalmente, el daño a la vida local de las regiones colindantes es mayúsculo. La dinámica de dichas áreas se ve seriamente afectada de manera negativa.

En días recientes nos hemos enterado de que las fronteras de varios países han aumentado sus restricciones y que la disposición política de recibir ya no es la misma. Diversos líderes políticos proponen la construcción de muros legales y políticos, y también de muros que impidan el paso a quienes buscan salvar su vida y encontrar alguna oportunidad que en sus países se les ha negado.

Para México esta es una muy mala noticia porque siendo una nación colindante con el país más buscado por los terroristas, los efectos se dejarán sentir incluso en nuestra frontera sur.

Los terroristas no sólo logran modificar protocolos de seguridad, sino al igual que sus armas letales, provocan desconfianza, temor y distancia.

Quizá lo más importante no se está haciendo: los países atacados deberían reflexionar sobre las condiciones bajo las cuales algunos de sus ciudadanos o residentes regulares son atrapados y seducidos por ideologías que los llevan incluso a sacrificar su vida y lastimar a otros.

¿Cuánta exclusión, discriminación, marginación y rencor social hay detrás de cada terrorista?

Enfrentar a los terroristas es un desafío mayor que requiere mucho más que voluntad política o la vigilancia de las fronteras. Lo que la historia sí nos ha enseñado es que la exclusión y el miedo no son las respuestas para resolverlo.

Malala Yousafzai, galardonada con el Premio Nobel de la Paz a los 17 años, declaro en 2012, tras recuperarse del atentado terrorista: “Los terroristas pensaban que podrían cambiar mis objetivos y frenar mis ambiciones, pero nada cambiará mi vida excepto esto: la debilidad, el miedo y la desesperanza. La fuerza, el poder y el valor nacieron”.

Los mexicanos no podemos ignorar ni estas lecciones, ni la inclusión de nuestro país en el mapa que los terroristas tienen como blancos de ataque.


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