Crimen e impunidad

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Crimen e ImpunidadSi la legitimidad de origen es, por decirlo eufemísticamente, endeble, la legitimidad en el ejercicio del poder está aún más deteriorada.

El crimen compite con la desigualdad, el desempleo y el lento crecimiento económico como el principal problema en México.

John Bailey

 

Es un tanto penoso reconocer que las aportaciones de extranjeros son de obligada consulta para entender nuestra realidad. Mencionaría, a riesgo de incurrir en omisiones, a Ralph Roeder, Claude Dumas, John Womack y Friedrich Katz, biógrafos de Juárez, Justo Sierra, Zapata y Villa, respectivamente; a John Kenneth Turner (México bárbaro), Frank Tannenbaum (La lucha por la paz y por el pan), Raymond Vernon (El dilema del desarrollo económico de México), Roger Hansen (La política del desarrollo mexicano), Robert Scott (México, un gobierno en transición) y David Brading, autor de varias obras. En el caso de novelas, la lista es interminable.

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Tal vez los extranjeros tienen mayor objetividad, profesionalismo y una dedicación absoluta (gracias a los apoyos recibidos) para desentrañar nuestra complicada historia. En ese nivel está la obra reciente de John Bailey, Crimen e impunidad. Las trampas de la seguridad en México. Me he resistido a leer textos de este tipo porque con frecuencia se cae en lugares comunes, se hacen propuestas irrealizables y se incurre en amarillismo. Por el contrario, este libro ofrece una acuciosa información y enfoca el análisis en forma integral, vinculando la seguridad pública y la gobernanza democrática.

El Estado mexicano ha evolucionado desde el “ogro filantrópico” de Octavio Paz, al “ogro antropófago” de Carlos Castillo Peraza, a la “dictadura perfecta” de Mario Vargas Llosa, la fracasada instauración panista de la democracia, hasta el retorno del PRI al poder. Hoy ya se habla de “Estado fallido” o “desplazado”.

Bailey profundiza en el tema de Estado de derecho endeble. Insiste en el término “alegalidad”; es decir, indiferencia hacia la ley. Utiliza expresiones contundentes como “doble institucionalidad” para explicar la cultura formal y la informal. Califica la interacción entre organizaciones criminales y agencias del gobierno, señalando la evasión, corrupción y enfrentamiento, de los primeros, y tolerancia, colusión y represión, de las segundas. Transcribe una reflexión contundente: “El problema no es el crimen organizado, sino la policía organizada con la criminalidad”. Habla de tres ingredientes que deben contener las respuestas del gobierno y la sociedad civil: “Conocimiento de política pública, un gobierno con voluntad de respuesta y herramientas efectivas”. Condena lo que acertadamente califica como “populismo punitivo” y afirma que la reforma en materia de seguridad permanece “en el valle de la transición”. México —dice— invirtió en seguridad pública en 2008 el 0.4%, en contraste con el 1.6, promedio de la OCDE y afirma: “En efecto, la inversión aumentó rápidamente, pero a partir de una base comparativamente baja”. Hace un señalamiento pertinente: “Por razones evidentes, la violencia siguió definiendo el problema del crimen en México, y otras formas de la criminalidad, como la evasión de impuestos, la fuga de capitales, el fraude o lavado de dinero recibieron escasa atención”.

En fin, estamos en medio de lo que algunos califican como la peor crisis de las décadas recientes. Se nos abruma con análisis y propuestas que van desde posiciones alarmistas hasta actitudes indiferentes, apostando porque los problemas se resuelvan por sí solos.

Enrique Peña Nieto ha sido cuestionado —tal vez con más argumentos que los utilizados en la impugnación de la elección de Felipe Calderón— por actos anticipados de campaña, derroche de recursos económicos y financiamiento de una estructura nacional para conseguir el voto. Si la legitimidad de origen es, por decirlo eufemísticamente, endeble, la legitimidad en el ejercicio del poder está aún más deteriorada.

No es fácil proponer soluciones. Por eso y por sus valiosas aportaciones, el libro de John Bailey es de obligada lectura.


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