Con la guerra en los corazones

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Otra vez la guerra en Europa, lo que no teníamos desde las guerras de los Balcanes en los noventa y que nos vuelve a recordar el horror que sufre, sobre todo, la población civil. Los ucranianos que huyen de su país con la gran incertidumbre: sí habrá acogida para ellos. Las familias divididas porque los varones deben quedarse para la guerra, mientras que mujeres, niños y ancianos buscan un refugio que no siempre se les da generosamente y se les tiene detenidos de manera indefinida en las fronteras de algunos países. Y no se trata únicamente de refugiados ucranianos; hay rusos que están buscando refugio en otros países. De ellos casi nadie habla e incluso se dice que entre ellos hay espías que están buscando una manera de entrar a los países de Occidente.

Y ante este recordatorio vivo de lo que es la guerra, hay que volver a meditar sobre si de veras puede haber guerras buenas. Y también hay que recordar que no todas las guerras ocurren de la misma manera. Porque hay guerras económicas, ideológicas, propagandísticas, defensivas y preventivas. Guerras de las que nadie habla o que encuentran una justificación. Como el caso de Ucrania donde los gobernantes rusos quieren presentar su “acción militar especial” como una guerra defensiva y preventiva, alegando que su seguridad interna está en peligro, así como la de los rusos étnicos que viven en ciertas zonas del este de Ucrania.

Pero las guerras se inician y terminan en los corazones. Vale la pena comentar la situación que está pasando en México y en algunos países latinoamericanos. Una guerra silenciosa de la que no se habla. Independientemente de las muertes de periodistas y civiles en guerras por los territorios dominados por los carteles, muertes que nos parecen escasas en número, pero que para los familiares de estas víctimas es un dolor muy real. Preguntémonos: ¿estamos en guerra en México? ¿Se está preparando, consciente o inconscientemente, una guerra?

El famoso lema de “abrazos, no balazos”, se está aplicando solamente para algunos. Pero para los conservadores, los fifís, los pirrurris, los neoliberales no hay tregua. La guerra se está sembrando en los corazones, y su consecuencia lógica sería una guerra física. Y del lado contrario está ocurriendo lo mismo: no hay abrazos para los liberales decimonónicos, los populistas, los chairos, los nacionalistas revolucionarios. Hemos dividido a la población en distintas categorías de enemigos de la sociedad. y seguimos sembrando el odio.

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A veces nos miedo entrar al debate de las ideas, Cuando se ha ideologizado el debate, cuando se han creado dogmas ideológicos, se pierde el concepto del debate. El que no piensa como yo, se vuelve mi enemigo, por definición. Y a los enemigos hay que acallarlos. Con “plata o plomo”, como dicen algunos. Y tras de ello está la falta de análisis, la falta de una exploración de las razones. No estamos equipados para ello. Las escuelas no nos han preparado para el debate racional. Y ante esa carencia de reflexión, ante el miedo de no encontrar argumentos racionales, sustituimos las razones por el insulto, el sarcasmo, la descalificación. Creamos y alimentamos el odio en el corazón.

Sí, se está preparando una guerra, a sabiendas o no. ¿Habrá otro camino? ¿Será posible una verdadera democracia en medio del odio? La paz empieza con el cambio en los corazones, cuando dejamos de demonizar al que piensa distinto, cuando reconocemos sus logros, cuando hacemos el esfuerzo por ser objetivos. Porque la diplomacia, los buenos deseos, las sanciones, y hasta las oraciones sólo dan resultado cuando los corazones empiezan a cambiar.


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