Cínica corrupción

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Los últimos sucesos conocidos a raíz del hackeo a la Secretaria de la Defensa Nacional, los actos de los funcionarios del gobierno federal, los paquetes de reformas legislativas que han pretendido inhabilitar al INAI para extinguir la transparencia en México, así como las propias declaraciones presidenciales en su programa de revista conocido como conferencias mañaneras, permiten obtener elementos de análisis y juicio, que al acumularse configuran tendencia, marcan estilo de gobierno y definen al gobierno de López Obrador.

La opinión pública se define como las diversas formas de expresión que una sociedad tiene con respecto a temas de carácter público. Es natural, recomendable e incluso hasta una obligación, que un ciudadano vigile el comportamiento y los actos de cualquiera de sus gobernantes. Aunque fueron electos nuestros representantes, nadie al votar les dio poderes extraordinarios como para brincar a la ley, enriquecerse a costa del dinero del pueblo, cumplir sus antojos, caprichos o fantasías ni imponerle al país candados para dificultar el combate a la corrupción, falsear en la rendición de cuentas ni gobernar en lo obscuro, con opacidad e impunidad, traicionando a la democracia.

Son los hijos del presidente, de López Obrador, como los de otros anteriores, un punto de quiebre, una unidad de medida, un parámetro para evidenciar el enriquecimiento repentino, el tráfico de influencias, el uso, goce y disfrute del presupuesto federal en beneficio público, gozando del privilegio del mentiroso gobierno austero presidencial, que solo de dicho enuncia lo mal que estaba lo que actualmente hacen, con descaro, desvergüenza, cinismo exacerbado y una perversidad rencorosa que acompaña un estilo de vida palaciego, donde además su gabinete, su corte incondicional, disfruta de excesos en consumos de lujo, vehículos, viáticos, alimentos a cargo del erario, excediendo por muchas veces, el límite de la decencia y el sentido común, sabedores de la protección del presidente, que bloquea y obstruye cualquier investigación de los organismos autónomos de fiscalización, a base de intimidación y amenazas como ya lo hemos podido ver en las conferencias mañaneras.

La respuesta reciente de López Obrador ante la evidencia de los viajes de turismo y placer del general secretario de la defensa nacional y de sus familiares a paraísos europeos, en naves del ejército mexicano, rayó en lo vulgar… ¿Y qué tiene?, dijo. Pero a unos cuantos días, ante la evidencia de que su hijo José Ramón López Beltrán vive y disfruta con impunidad en otra casa gris, propiedad de una directiva del periódico La Jornada, principal diario beneficiado por contratos pagados con dinero de este gobierno, lo cual a todas luces es una situación irregular, que exhibe tráfico de influencias, conflicto de intereses y otra serie de actos que deben investigarse por las autoridades, al ser cuestionado por la prensa en la mañanera, el presidente en el tono más autoritario, temerario, desencajado de la cara, sin argumento de defensa posible, se limitó a responder con un ¿Y?.

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¿Y? Pues que estamos ante el gobierno más cínico, descarado, mentiroso, opaco, despilfarrador, autoritario y con menor combate a la corrupción en el México moderno. Vivimos la realidad de un gobierno que goza de su cínica corrupción.


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