Cifras del mercado laboral huelen a gato encerrado

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¡Papacitos y mamacitas de la patria! Agárrense los calzones que hoy les traigo un chismecito de esos que huelen a gato encerrado, y no precisamente uno de angora. Resulta que andan por ahí unas cifras del mercado laboral mexicano más raras que un billete de tres pesos, y no lo digo yo, lo dice el mismísimo Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas, ¡ahí nomás!

Según estos genios de los números, la cosa está así: por un lado, tenemos un crecimiento económico que parece tortuga con reuma, arrastrándose a duras penas. Pero ¡oh, sorpresa! El empleo formal, ese que te da seguro y aguinaldo, ¡va viento en popa! Crece como la panza después de unas carnitas. ¿Qué les digo? Es como si el país estuviera en bancarrota pero con la nómina al día. ¡A poco no suena a cuento chino?

Y para ponerle más chile a los tacos, resulta que la inversión fija, o sea, la lana que se le mete al negocio para que crezca, ¡anda por los suelos! ¡Baja más que mi autoestima un lunes por la mañana! Pero el empleo sigue subiendo. A ver, mis queridos economistas de barrio, ¿cómo se come eso? ¿Están creando empleos con magia o con aire? Porque si es así, ¡dónde me formo para chambear de mago!

Luego, el consumo. Ese sí se mantiene como puede, a duras penas, como mi cartera a fin de mes. Pero, insisto, el empleo formal, ¡ese no para! Es como si los patrones estuvieran contratando a lo loco, aunque no haya producción, ni inversión, ni crecimiento… ¡ni lógica!

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Y la pregunta del millón, la que nos carcome el alma, es: ¿qué demonios está pasando aquí? ¿Será que el INEGI está cocinando los números más que mi abuela sus romeritos? ¿O será que la informalidad está disfrazada de Godínez para no levantar sospechas? Porque una cosa es que seamos optimistas, y otra, que nos vean la cara de Pípila.

Yo nomás les digo, mis estimados lectores, que aquí huele a «no me digas, dime». Como dicen los abuelos: «cuando la limosna es mucha, hasta el santo desconfía». Así que, a estar con el ojo pelado, no vaya a ser que un día de estos nos digan que ya somos Suiza, pero sigamos comiendo frijoles.


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