CdMx: territorio ‘guarura’

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Pero una de las calamidades que azota la Ciudad de México y que lleva tiempo sin que la autoridad le dé un orden debido es la guarurización de las calles de nuestra ciudad. Uno va tranquilo en la calle y se le atraviesa un coche de lujo seguido de una camioneta o dos. Uno no sabe ni quiénes son. En lo personal, me dan más coraje los que van adelante que los que van protegiendo. Para colmo, de un tiempo a la fecha han vuelto los vidrios polarizados. Así que uno no sabe si se le atravesó un secretario de Estado, un subsecretario cualquiera, un empresario picudo, un socio del crimen, un comando policial, un prepotente defraudador como el tal Lord Ferrari, un júnior ebrio o un sátrapa mexiquense como el empresario Raúl Libien.

Las agresiones sufridas en las últimas semanas, ya sea por un funcionario público como el famosos Arne —que fue secuestrado por los escoltas— o la golpiza a un joven taxista a manos de los guardaespaldas del dueño de un Ferrari, son la parte pública de lo que conocemos. ¿Cuántos eventos de esa naturaleza suceden a diario sin que sepamos? Los guaruras son ya un ejército en esta ciudad. Traen corte a rape. Los fines de semana usan chalecos similares a los de los fotógrafos de prensa. Basta un buen restaurante para que invadan un carril. Digamos si se reúnen cuatro picudos a comer, ya tiene usted en la calle un mínimo de ocho coches esperando a que sus jefes terminen de hacer grandes negocios, resolver importantes asuntos o, simplemente, “agarrar el pedo”. Y nadie los mueve. Si el restaurante está de moda, lo que se ve en la calle es un verdadero batallón de seguridad protegiendo a quién sabe quién porque uno ingresa al establecimiento y hay puro desconocido.

El sector privado, víctima de la inseguridad, ha tenido que recurrir a este servicio. A veces no entiendo bien por qué lo hacen todos de una manera tan visible y escandalosa. Una de las normas de seguridad es la discreción. Aquí lo que les gusta es la presunción, el desplante. Esto es claro en la entrevista que dio el representante de una empresa de seguridad que buscó el Lord Ferrari: “nos quiso contratar, pero quería coche de guaruras con armas largas y nosotros le dijimos que no era necesario, que la mejor protección que puede tener es discreción aquí en México”; “le recomendamos dos Jetta y con personal de seguridad siguiéndolo, sí, pero sin armas, porque no era necesario, tampoco era una figura pública conocida secuestrable”. Por supuesto, no los contrató. La falsa seguridad como pretexto para pasar por encima de los demás.

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El problema es que para quien transita en las calles no distingue a Lord Ferrari de un secretario de Estado o un funcionario de la Presidencia. Ojalá la autoridad capitalina haga algo con este problema. Es una agresión constante a los citadinos, genera irritación y ganas de desquite. La ciudadanía está haciendo su parte con la tecnología. Por lo pronto, la ciudad está tomada por los guaruras.


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