Como gran parte de los espacios mediáticos son nota roja que informa cuántos seres humanos, y con qué brutalidad, fueron asesinados, desaparecidos, robados o mancillados durante las últimas 24 horas en nuestro país y en todas partes, así como los escándalos de corrupción privada o pública —o combinada— de lo que tampoco escapa lugar alguno de la Tierra, lo cierto es que poco se difunde, menos se sabe y mucho menos se agradece la nobilísima tarea que día con día vienen realizando personas e instituciones públicas en pro de la salud y vida humanas. De la paga que reciben mejor ni hablamos; baste saber que es mejor remunerado un mapache electoral que un doctor con especialidad reconocida.
Sin olvidar los prodigiosos avances de la ciencia y la tecnología mundiales para reducir el dolor, recuperar la salud y salvar la vida de millones de pacientes, pensemos en México:
Sí, falta mucho por hacer y corregir. Sí, llegan a ser deplorables, o aún inexistentes, en distintos lugares y momentos los servicios médicos a que tiene derecho el ser humano, siendo los más afectados los que sufren marginación.
Imposible negar las graves deficiencias al respecto, pero injusto será ignorar a instituciones, funcionarios, científicos, investigadores, académicos, médicos, enfermeros y auxiliares (hombres y mujeres) que con escasísimos recursos y mala paga se topan cotidianamente con tres obstáculos que hacen más difícil su desempeño: una legislación obsoleta; una burocracia que, por decir lo menos,
es lenta, torpe y costosa, y la poca solidaridad de los sectores privilegiados y pudientes de la sociedad.
Pero ese reconocimiento debe ir acompañado con un reclamo al gobierno y a los partidos políticos, para que corrijan leyes y prácticas en el ámbito de la salud, y para que reordenen el gasto público —suprimiendo lo superfluo y corruptor— atendiendo lo urgente y vital. Por ejemplo, acabar con el despilfarro en las competencias electorales y aplicar esos recursos para evitar dolores, enfermedades y muertes evitables.
Garantizar y proteger esos bienes que llamamos salud y vida es una exigencia de justicia. Para comprender el desafío, en esa tarea se hallan comprometidos, al menos, el IMSS, el Issste, los hospitales generales, los de las fuerzas armadas, los de Pemex, el Infantil y los institutos de Cancerología, Cardiología, Ciencias Médicas y Nutrición, Enfermedades Respiratorias, Geriatría, Medicina Genómica, Neurología y Neurocirugía, Pediatría, Perinatología, Psiquiatría, Rehabilitación y Salud Pública. Muchos de ellos fueron concebidos para dedicarse fundamentalmente a la investigación científica, pero la realidad nacional ha llevado a sus puertas el dolor humano. Puertas que están abiertas día y noche para mitigarlo. Mire usted, hay casos como el del Hospital de Cardiología con cuartos para alojar a los familiares pobres de los pacientes más pobres. Por el bien que prodigan esas instituciones debemos brindarles apoyo, y desearles lo que nos dan: ¡vida! y ¡salud!
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