Balance de campaña

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Como este texto debe ser entregado a la redacción antes de que estén los resultados electorales, hagamos un breve repaso del saldo de estas campañas en las que hubo prácticamente de todo.

Creo que el INE sale airoso de este monumental reto. Cada vez se vuelve más complejo manejar una elección y quienes están al frente de ese órgano son sometidos a todo género de insultos por parte de los que los nombraron (los partidos políticos). El espionaje al presidente del instituto es condenable independientemente del lamentable tono mirreyesco que usa Córdova para hablar con los suyos. Creo que al final todo quedará en una mala anécdota, así que el INE es una buena noticia en esta elección.

El espionaje resultó central en estas campañas. Los publicistas quedaron a un lado, las estrategias políticas o mercadológicas fueron sustituidas por la filtración de documentos de propiedades, gastos o llamadas telefónicas en las que se evidencian desvíos de fondos públicos o abiertas extorsiones. Mala noticia para todos.

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Los candidatos independientes llegaron para quedarse. El Bronco —que me parece impresentable— ha hecho una gran contribución —cosa que nunca se ha de haber imaginado— a nuestra vida democrática. Hay que cambiar la ley electoral en muchas cosas: publicidad, tiempos, etcétera, pero particularmente la participación de candidatos independientes se volverá algo normal, lo que viene a airear el patético control que quieren ejercer los partidos sobre quienes sí participan y quienes no.

Independientemente de cómo le vaya en la votación, el Partido Verde es un claro perdedor. Su desprestigio es brutal al margen de sus puntos de votación. Es un partido que irrita y que ha torcido cualquier idea que se tenga de lo que es cumplir la ley. Es un tema preocupante que un partido se convierta en el garante de la mofa y la burla a la autoridad. Esa conducta debe servir para revisar el registro de ese partido que no puede destacar en nada que no sea mentira, despilfarro y frivolidad.

Otro perdedor de la elección es, sin duda alguna, Marcelo Ebrard. Estelarizó un spot que puede pasar a la historia como ejemplo del género del absurdo. El tipo decía que a lo mejor alguien hubiera votado por él si hubiese tomado una decisión que no tomó. Concluía diciendo que era importante poder quitar a los gobernantes. El asunto terminó cuando le quitaron a él la candidatura. Así es esto: Dios nos lo dio, Dios nos lo quitó. Qué duro.

Y en algo que ganamos todos fue el debate en torno al voto nulo, en el que resultó evidente la necesidad de la participación para fortalecer nuestra democracia más allá de la pobreza moral y conceptual de nuestros partidos. Queda esperar los números y los litigios poselectorales que también llegaron para quedarse.


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