Apple vs FBI

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La muerte de Antonini Scalia, ministro de la Suprema Corte de los Estados Unidos, precisamente el día en que se celebró el más reciente debate entre los seis restantes precandidatos republicanos, puso en cadena nacional la importancia del momento que se vive en los Estados Unidos. El futuro de la libertad y la democracia están balanceándose peligrosamente en la nueva composición de la Corte.

Por si fuera poco, antes de que terminara la semana había surgido otra amenaza igual de real y no menos importante. La exigencia del FBI ante un juez federal de que la empresa Apple le fabrique y entregue un software que le permita abrir los candados del iPhone, aduciendo que necesita conocer todos los archivos del terrorista de San Bernardino.

Obvio que menciono ambos sucesos porque están íntimamente ligados. Ambos pueden cambiar radicalmente, y quizá irreversiblemente, el futuro de la libertad en los Estados Unidos, empezando desde ya.

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La importancia que tiene para nosotros en México es que seguramente un retroceso allá permitiría consolidar acá un régimen invasivo, autoritario y con cero vocación de justicia. Me he acabado de convencer que somos simples copiones de los Estados Unidos, y un retroceso allá sería el acabose acá. La esperanza de que al menos en Nuevo León pudiéramos ser los inventores de una mejor forma de organizar el Gobierno, desde mi particular óptica se ha reducido a casi cero.

Lo que está en juego en ambos lados de la frontera es romper la dualidad gobierno-sociedad, como si fueran dos bandos antagónicos. En teoría, el Gobierno es la sociedad organizada, pero no es así en la práctica. El gobierno se materializa como una estructura burocrática hambrienta con ambiciones totalitarias que busca consolidarse. La sociedad de ciudadanos —libres en principio— nos quedamos con las ganas de que haya orden —y gobierno— como producto de decisiones colectivas autónomas, sin la interferencia o el estorbo de una clase política cada vez más notoriamente disfuncional, improductiva y hasta contraproducente.

La muerte de Scalia pone en manos de Barack Obama proponer el sucesor. Si se sale con la suya, la nueva Corte seguramente apoyaría decisiones que dieran al traste con la del derecho a poseer armas. Seguirían adelante las políticas que han destruido a las familias, favorecido la socialización (burocratización) de la medicina y toda una serie de novedades que apuntan hacia un gobierno incómodo insertado hasta el tope en la vida privada.

En el litigio contra Apple, el Gobierno de Obama a través del FBI quiere que la empresa más valiosa del mundo le fabrique una puerta trasera a sus programas de software. Otras empresas como Microsoft, y más recientemente Google, diseñaron sus productos con estos pasadizos secretos destacados desde hace muchos años en la película The Matrix. Ahora por supuesto que el Gobierno tiene acceso a los archivos de muchos ciudadanos que nada sospechan al respecto. Cuidado con las burocracias que dicen estar para cuidarnos. Justifican todo.

Si alguien intenta adivinar tu código secreto para entrar en tu iPhone y lo intenta diez veces infructuosamente, el teléfono borra toda la información. Esta protección es parte de la ventaja de comprar un iPhone.

Apple no quiere ceder a las demandas del FBI y peleará para seguir protegiendo la información de sus clientes, “cuantimás” que está convirtiendo al iPhone en un instrumento de pago más seguro que las tarjetas de crédito. Sin embargo, el martilleo de que la empresa basada en Cupertino está atentando contra la “seguridad nacional”, tiene al público norteamericano partido a la mitad. Nosotros, acá, desde lejos, solo podemos echar porra y destacar lo absurdo de la pretensión del FBI.

Si Apple cediera y entregara todas las llaves de sus candados, nada impediría a los terroristas dejar los iPhones y empezar a usar algún otro software encriptado. Surgiría una competencia internacional inmediata por conquistar a los consumidores que aprecian que nadie se meta en su vida personal. En nuestro medio, sabemos que nuestra seguridad está igualmente amenazada por los policías deshonestos. Lo dice Dave Snowden, en dos años de uso, el iPhone se convierte en parte de tu cerebro y no queremos intrusos metidos allí.

Si el gobierno estuviera pidiendo “destrábame este aparato en concreto”, sería menos grave, pero aún así, la empresa resentiría una pérdida de confianza de su público. “Apple vende confianza”, escuché decir en una entrevista a Steve Wozniak, el genio cofundador de Apple. Y tiene razón. Hay muchas más maneras de combatir el terrorismo que andar metiéndose en los archivos privados de los ciudadanos. Una de ellas, muy importante, es no agredir a otros países.


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