2022, la misma película

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Es increíble que un país que aspira a una transformación socioeconómica tan profunda como la que propone el presidente López Obrador tolere el estado tan indignante de violencias diarias, desatada corrupción y confusión general como el del inicio de este año nuevo.

El optimismo para avanzar tiene su enemigo más avieso en casa. Casi todas las estadísticas y evaluaciones dicen que si no se corrige la orientación de las políticas que normaron la primera mitad del sexenio, no se cumplirán las metas de la administración.

La responsabilidad personal del Presidente es ineludible. No puede evadirla confesando que no tiene intención reelectoral. Su sucesor merece mejor suerte que la de recibir un país dividido y desarticulado, cortejando la condescendencia internacional y expuesto a la turba de intereses que se reparten el futuro nacional.

Hay un cúmulo de desaciertos y desórdenes que corregir antes de reemprender el camino que supere las administraciones anteriores tan denigradas. El tratado comercial trilateral estadunidense, que el Presidente ahora se adjudica el mérito de haber renovado, no nos salvará.

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No es cuestión de ideologías. La convicción de izquierda de AMLO no lo ciñe a reproducir los desastrosos ejemplos de las dictaduras de países amigos. México merece una propuesta innovadora y equilibrada que remedie injusticias e inspire la superación material y espiritual de todos.

Falta claridad y energía en todos los sectores. El gobierno tiene que marcar el alto a los que rompan el pacto social por el motivo que sea. No debe admitir en sus filas a los que han sido insistentemente señalados de corruptos y que permanecen en cargos públicos. La tolerancia ha alentado a las organizaciones criminales a aumentar su poder en crecientes regiones del país sembrando terror y muerte. El poder de las mafias mexicanas, extendida a Estados Unidos, Europa y Asia nos hace coautores de la criminalidad internacional. Varios funcionarios han sido sentenciados penalmente en el extranjero. Nuestro descrédito cunde.

El que México sea socio prominente en las cadenas mundiales del narcotráfico es un componente del panorama general del débil desarrollo económico y social en que nos encontramos, cuando lo comparamos con el desperdiciado potencial productivo en todos los campos que encierra su fuerza laboral y sus abundantes recursos. Una penuria actual de recursos oficiales explica la destructiva reducción de presupuestos a la mayoría de las secretarías y órganos para recortar drásticamente sus programas. Esta reducción presupuestal no ha afectado, empero, los tres controvertidos proyectos icónicos del régimen que, con ampliaciones presupuestales, distraen recursos de otras actividades esenciales como las de salud, educación e investigación científica.

Sin apoyo financiero oportuno, las pequeñas y medianas industrias ven ahorcadas sus perspectivas de crear puestos y realizar el potencial de producción nacional. La necesidad financiera del país es aguda aunque no la mencione el Presidente que, con gran alegría, citó el flujo de remesas de mexicanos en Estados Unidos que en 2021 rebasó los 50 mil millones de dólares. Es bienvenido este dinero que urge para completar el gasto social. Los 12 mil millones de DEG (Derechos Especiales de Giro) que entregó el FMI, también lo fueron.

En un país de poco ahorro, las inversiones, públicas o privadas, nacionales o extranjeras son indispensables para dinamizar la economía. A este respecto es positivo el anuncio de un nuevo plan para impulsar la creación de empresas “mixtas” en las que participará el sector privado. El Comité Coordinador Empresarial y el gobierno lanzarán las características del plan. Queremos entender que el Presidente deja a un lado su conocido desprecio izquierdista al sector que, desde el principio, debió convocar a entrar en una relación de alianza con los recelosos empresarios para, juntos, aumentar producción, empleos y estimular al mercado nacional y las exportaciones.

Aquí también se necesita, como también lo decimos del gobierno, claridad y energía. No basta otro programa. Hemos conocido muchos. Cada momento es propio y hay que entender los ánimos de las partes. Los empresarios no tienen por qué colaborar, más que por un interés muy primario, con un gobierno que no ofrece seguridad en todos los órdenes y absoluta disciplina para cumplir los compromisos que se consensúen. Por su parte, el gobierno espera del sector empresarial responsabilidad, solidaridad y autodisciplina en cuanto a márgenes de ganancia, hacia los segmentos más necesitados de la población.

De no querer solucionar conjuntamente los severos desequilibrios socioeconómicos de México, no presenciaremos, sino otro convenio como de aquel “desarrollo estabilizador” de los 60, donde el entendido fue el apoyo de un sector al otro: el uno, para asegurar ventas, y el otro, para amarrar votos. Esa película ya la vimos.


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