Paganismo anti indígena

0
1410

Por: Aminadab Pérez Franco

Es una colosal estupidez querer reducir la riqueza cultural y comunitaria de México a su componente indígena o español. La nación mexicana es una realidad humana, comunitaria, cultural y plural, conformada por un conjunto de tradiciones, valores y costumbres que por más de cinco siglos han definido nuestras identidades regionales, locales e históricas.

Pretender una regresión genética o cultural destinada a extirpar de cada mexicano su sangre europea, la lengua materna castellana, la cultura católica o el comportamiento occidental, resulta tan abominable como querer arrancar la herencia indígena por prejuicios raciales, socioeconómicos o culturales. Es ridículo querer sentirse sólo español o sólo indígena, pues todos, más allá de nuestras personalidades y creencias, somos mexicanos.

Quienes fantasean con tal purificación hacia lo “auténticamente mexicano” (lo que a cada cual se le ocurra que pueda ser eso), incurren en un delirio peor que la eugenesia, la solución final nazi o la experimentación con embriones con las que muchos dementes han imaginado a lo largo del tiempo la utopía de una humanidad perfecta.

-Publicidad-

No obstante lo anterior, si existen y se manifiestan posturas filosóficas e identitarias, pretendidamente correctas, que se avergüenzan de las raíces nacionales; que por complejos de inferioridad, creencias egoístas o un cientificismo llevado a planos nada científicos como la demagogia o la propaganda, organizan rituales paganos como el que ha tenido lugar en estos días en el Zócalo capitalino, para enaltecer, desvirtuar o crear una pseudonarrativa indígena, carente de rigor histórico y cultural, que intenta construir una suerte de identidad falsa, hecha con retazos y pedacería histórica, con la que algunos quieren curar sus vacíos culturales y espirituales.

La primera torpeza en la que incurren los creadores de la quimérica identidad perfecta del mexicano es reducir las raíces indígenas al simbolismo azteca. Su ignorancia es tal, que pasan por alto la existencia de 60 etnias en el territorio nacional en un paradójico indigenismo anti indígena.

No únicamente quieren eliminar el componente español, sino que en su ritual pagano anulan también de golpe las raíces mayas, purépechas, otomíes, zapotecas, mazahuas, lacandonas, huicholes, triquis, tlahuicas, seris, chichimecas, yaquis, mixtecas o nahuas, por mencionar sólo algunas etnias que mantienen en nuestros días su existencia comunitaria y que conservan su lengua, tradiciones, usos, costumbres y herencia, siendo, todas ellas parte de la pluralidad cultural de la nación mexicana.

Los estudios antropológicos que conocen las manifestaciones culturales de las comunidades humanas, se ocupan de identificar rasgos y realidades que constituyen las identidades de regiones, ciudades y barrios. Y es evidente que cada comunidad tiene sus patrones culturales propios tangibles en los usos y costumbres de la alimentación, el vestido, el lenguaje, las creencias, los ritmos y dinámica de vida, de convivencia y de normas de organización, además de que esas identidades a lo largo de la historia humana entran en contacto con otras culturas y se enriquecen y transforman mutuamente.

En México, el mestizaje fue la causa eficiente que dio origen a lo mexicano que dejó de ser entonces indígena o español, pues pasó a ser lo mexicano con raíces indígenas y españolas. Ante los diversos grados de integración cultural en las distintas regiones de México, algunos estudiosos como José Vasconcelos formularon hipótesis que sugirieron que el nuestro era un país a medio hacer, pues el mestizaje proseguía luego de varios siglos. Y asimismo otras mentes brillantes como las de Samuel Ramos, Octavio Paz o Agustín Basave Fernández del Valle profundizaron en nuestros orígenes sin extirpar raíces sino tratando de comprender y explicar de dónde venimos, quienes somos y hacia dónde vamos.

No obstante ello, desconocemos si en nuestro caso los fanáticos de la quimérica identidad perfecta del mexicano querrán obligarnos a todos a comer solo productos originarios del país como el chile, el maíz o el tomate; a vestir con taparrabos o con telas confeccionadas en telares a mano; a aprender a hablar el náhuatl-méxcatl o alguna otra lengua indígena que fuera declarada como idioma oficial; o acaso que se vuelva a adorar a Huitzilopoztli, Tláloc, Coatlicue, Quetzalcóatl, Tezcaltipoca y demás deidades de la mitología azteca, sin perjuicio de que muchos de esos fanáticos progresistas en su muy mexicana y occidental formación marxista, estructuralista y materialista crean sinceramente que la religión es el opio del pueblo.

Lo ocurrido en estos días en el Zócalo no es una expresión de la auténtica mexicanidad sino un ejercicio de demagogia histórica, de odio secular, de la expresión impúdica de un sector incomprensiblemente acomplejado e incómodo con su ser, pero que intenta desde una perspectiva muy occidental, europea y progresista, imponer sus visiones a los demás, inculpar a quienes no somos como ellos, a los que estamos orgullosos de nuestra herencia indígena e hispánica y que, por lo demás, no es producto de decisiones nuestras, sino una realidad cultural y humana que está aquí desde antes de que naciéramos y que prevalecerá después de nuestra muerte. Orgullosos de ser mexicanos estamos porque aquí nos tocó vivir.

 


There is no ads to display, Please add some

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí