Versión no tergiversada de vida y familia

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Mi posición es tan actual y moderna como la vida misma y lo hago desde la perspectiva del humanismo de Efraín González Luna; del pensamiento natural de Rafael Preciado Hernández —que dio pie a la creación de la fundación que lleva su nombre, no en su honor estrictamente, sino para guiar la formación, el mensaje y el pensamiento del PAN—, pues esta es mi formación personal y una de las razones fundamentales de mi participación en política y de mi filiación panista.

Esta formación descarta el que todos seamos buenos o malos, negros o blancos, puros o impuros; antes bien recoge lo mejor de la persona humana: su dignidad. Mi lucha es a partir de aquí, por lo que les digo a quienes en los últimos días han volcado sus energías en mi contra, con amenazas, insultos, etiquetas, descalificaciones o a seguirme e investigarme, que están equivocados; que no son “boberías”. No soy homofóbico, misógino, retrograda o “mocho”,  y no, no se van a encontrar con una persona de doble moral quienes me siguen e investigan, pues no hay hipocresía en mi posición ni tampoco cálculo electoral.

Soy un ser humano no perfecto, al fin de cuentas ¿quién lo es? Para quienes quieran encasillarme, solo soy un pecador estándar, un mexicano más que cree firmemente en el respeto a la vida y que la familia con valor y de valores representan una mejor sociedad. Por tanto, mi lucha no es contra los homosexuales ni contra la libertad de las mujeres, no lo es la “retrogradez”, no lo es la moralina, no es de siglos pasados y menos lo es religiosa, pues no creo en la imposición ni tampoco en los extremos.

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Ninguna autoridad ha de hacer nada contra las cosas que nos son comunes a todos los hombres y todos los pueblos: el derecho natural.

Mi convicción de sí a la vida desde la concepción es, entre otras cosas, el reconocimiento a la belleza, perfección y magnitud de la naturaleza. No creo, como los que creen, en el aborto provocado, que en algunos lugares como en el DF le llaman “interrupción legal del embarazo” bajo el sofisma de reconocer “el derecho de la mujer a que decida libremente sobre su cuerpo”, pues implicaría, primero, atentar contra el supremo derecho del embrión a la vida; segundo, porque creo firmemente que el concebido no es parte del cuerpo de la mujer, es una vida distinta y, por tanto, debe ser protegida; tercero, porque estaríamos bajo la premisa de que todos tendríamos la libertad de hacer lo que se nos plazca, sin el mínimo de responsabilidad, ética y cuidado; y, cuarto, si fuese el caso, que no lo es, sostener tal cosa sería dar valor absoluto a la libertad solo de una persona de las dos que participan en la concepción.

El que dos personas del mismo sexo se unan civilmente me parece una afortunada conquista social dada la realidad; lo que no comparto es que se pretenda llevar a cabo a través de la figura del matrimonio, institución que de origen y a lo largo de su historia es concebida para la mujer y el hombre, con el fin natural de constituir una familia.

Hoy, los avances en la legislación garantizan la igualdad ante las leyes y la no discriminación por orientación sexual, esto me parece una gran oportunidad para alcanzar plenamente y en armonía los derechos de todos.

¿Por qué no lograr el alcance absoluto de las prerrogativas que ofrecen nuestras leyes al matrimonio para las uniones entre personas del mismo sexo, siempre en plena igualdad ante la Constitución y demás leyes, respetando ambas instituciones, donde las dos pueden caber y subsistir en nuestra sociedad? ¿Es acaso este argumento homofóbico o discriminatorio? ¿Podrá la SCJN tomar esto en consideración y dejar a salvo de una vez por todas la facultad constitucional exclusiva de las partes de la Federación que son los estados, en cuanto al estado civil, garantizando la igualdad y la no discriminación? ¿Los gobernantes que se asumen de vanguardia podrán luchar por la integración e inclusión de todos, respetando las instituciones que nos han sostenido a lo largo de nuestra historia? Por mayoría de razón más que por optimismo, creo que sí se puede.

De lo que más se ha criticado y se ha tergiversado es sobre la respuesta que di a la pregunta de un “conductor” de un programa de televisión respecto a ¿si la unión de dos personas del mismo sexo es familia? Mi respuesta fue un no rotundo y lo sostengo.

Ante la zafia, la falta de respeto y de tiempo para la exposición de mi respuesta, haré lo propio: al igual que la sola unión civil de dos personas del mismo sexo, como el matrimonio de un hombre y una mujer también de carácter civil, la respuesta es la misma: no, pues en ambos casos se trata solo de un acto jurídico que se constituye cumpliendo requisitos y ritos legales, expresando la voluntad de los interesados ante un funcionario que el Estado designa para llevarlo a cabo.

La familia es un hecho natural, vital, que no está sujeta a la expresión de voluntad ante el Estado, la naturaleza misma se encarga de que dos personas se amen, tengan hijos, que los hijos y padres se amen entre sí y trasciendan, que se extiende a lo largo del parentesco, pues es un hecho natural del que nadie puede sustraerse, es comunidad natural de solidaridad y amor, es el primer encuentro con la vida de la persona humana y su último refugio, cuyos fines naturales son, en el orden siguiente, el de comunicar y desarrollar los valores morales e intelectuales necesarios para la formación y perfeccionamiento de la persona y de la sociedad, y proporcionar a sus miembros los bienes materiales y espirituales requeridos para una vida humana ordenada y suficiente.

La familia hoy, en su acepción nuclear, ampliada o extendida, la compuesta por hijos y madres solas, o la conformada por hijos y padres solos, abuelos y nietos, tíos y sobrinos, solo hermanos, la reconstruida, etcétera, debe ser fortalecida por el Estado ante los problemas que atentan contra ella, como el maltrato y el abuso, la inseguridad, la desintegración, los problemas de adicciones, educación, trabajo y cultura, las oportunidades, la de enseñar valores universales, la libertad no ganada a pulso de responsabilidad, la del acoso escolar (bullying), la ausencia de valores universales, la falta de solidaridad, etcétera, problemas que debemos enfrentar desde la política del buen trato y con políticas públicas con perspectiva familiar y comunitaria.

Es esta parte la agenda de la comisión.


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