Velocidad Máxima

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La velocidad es concepto atractivo y a la vez controvertido. Los jóvenes se sienten fascinados por ella y sólo con la edad entienden el por qué es mejor emplearla con moderación. Aunque al gran público le atraen todo tipo de carreras de velocidad, atléticas, de caballos, de bicicleta, motocicleta, automóviles, lanchas o veleros, sólo unos cuantos disfruten realizarlos al máximo. Pero profesionales y amateurs por igual destacan al saber superar a los demás con habilidad y arrojo, estableciendo metas que más tarde otros mejorarán.

Pero lo que en las competencias es la regla, en la convivencia diaria está vedado. Si en aquéllas se busca la velocidad máxima, en ésta la limitan la prudencia, la presión ciudadana y las decisiones de la autoridad. Si en la competencia la máxima velocidad es el objetivo, en la convivencia diaria se establecen límites para permitir traslados y evitar accidentes.

La velocidad máxima es la primera herramienta a la que autoridad recurre para reducir accidentes, restringiéndola cada vez que ocurre uno. Aunque hay quien demanda que la velocidad máxima urbana sea de 30 kilómetros por hora (KPH), en el otro extremo hay quien demanda desaparecer los límites de velocidad en autopistas; por ello, como en tantos otros temas, lo mejor es el justo medio.

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Es popular el tema de las autopistas alemanas que en la mayoría de sus tramos carece de límites de velocidad anunciados (aunque está establecido que un conductor sólo debe conducir tan rápido como pueda ver su distancia de frenado). Pero ninguno de sus países vecinos, ni del resto del mundo, comparte ese criterio; la mayoría lo establece entre 120 y 130 KPH, y en casi todos la velocidad urbana máxima es de 50 KPH.

En México el asunto se ve de manera distinta. Quizá porque una de las características que mejor definen a los mexicanos es nuestra interpretación de velocidad máxima. Aquí también es evidente el divorcio entre lo que piensa la autoridad y lo que los ciudadanos practican, pero más importantes las razones que siguen ambos.

En los países desarrollados la autoridad establece velocidades máximas en ciudades y carreteras con criterios técnicos, supervisando en forma estricta su observancia. En México, las velocidades máximas son arbitrarias y se establecen según las presiones que sufra la autoridad.

Cada vez que sucede un accidente, para evitar su repetición los vecinos demandan reducir los límites de velocidad, sin recurrir a opciones alternas (señalización, pasos a desnivel, semáforos, etc.). Soluciones arbitrarias y no técnicas difícilmente van a ser respetadas a menos de que exista una supervisión estricta, la que usualmente podrá haber sólo durante un corto tiempo, hasta que otros asuntos la hagan perderse en el olvido.

Otra característica de las velocidad máxima en México es la falta de consistencia en la señalización. Se pasa de velocidades máximas de 120 KPH a 20 KPH abruptamente y sin marcar el fin de restricción, o se limita en intersecciones a 40 o a 60 KPH, sin razón para hacer distinciones.

Como hay poca supervisión y se deja a criterio de los agentes de la autoridad, éstos la aplican en forma laxa hasta que deciden hacerla estricta con quien ven débil o tuvo el poco tino de ignorarlos.

Por ello, el comportamiento ciudadano usualmente es de no respetar límites de velocidad a menos de que esté presente un agente de la autoridad; en su ausencia se respeta de acuerdo a la muy personal forma de ser de cada quien. Si es muy consciente, los respetará todo el tiempo, siempre y cuando no sean absurdas; si no es tan consciente, los violará a su gusto porque sabe que la autoridad sólo actúa si está presente. Como en el resto de las indicaciones en México, las señales de límite de velocidad son sólo sugerencias y cada quien las atiende como quiere. La autoridad las establece sin criterio técnico y deja a sus agentes la libertad de aplicarlas. Por eso los límites no funcionan, pero sí la corrupción.

Para cambiar a México y convertirlo en un país moderno sin corrupción falta mucho por hacer. Una de las tareas es que profesionales establezcan límites técnicos de velocidad máxima y que los agentes de la autoridad los hagan cumplir sin ambigüedad; sólo entonces los ciudadanos respetarán a ambos y comenzará a disminuir la corrupción que nos ahoga.


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