Un problema de todos

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De las pocas cosas que compartimos todos, es el estupor ante eventos como los del viernes pasado [1 de mayo del 2015] en Guadalajara y otras localidades. Se trató de una demostración de fuerza y organización por parte de un grupo delincuencial como hace tiempo no veíamos.

Desquiciar una ciudad como Guadalajara, sembrar el pánico en un destino turístico como Puerto Vallarta,  no son señales menores del crimen organizado. Las escenas en los videos en redes sociales no dejan de sorprender. Los delincuentes actúan con una frialdad y una tranquilidad como si estuvieran jugando una cascarita y no aventando una granada a un banco o incendiado un camión después de bajar a los pasajeros. El hecho de atacar a un helicóptero del Ejército y bajarlo deja en claro la temeridad y capacidad de fuego de quienes decidieron dar una respuesta y lanzar un reto a las autoridades.

Pero debemos entender que el problema no es solo para el gobierno en términos de desplegar operativos y su estrategia general de combate al crimen organizado. Las fuerzas federales, sin duda, sabrán responder a la agresión. Estamos ante un problema que es de todos. No solo es la imagen del país, sino que son lugares donde viven millones de mexicanos que ven perturbada la tranquilidad de sus vidas por la disputa criminal. Son mexicanos que viven con el miedo de ir al trabajo, a la escuela, regresar a casa sanos y salvos.

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Desde hace varios meses los especialistas —como Eduardo Guerrero o Alejandro Hope— advertían que Jalisco era un polvorín. El propio Presidente —sin mediar explicación alguna— lo incluyó como prioritario en el anuncio de su estrategia de seguridad. La frivolidad del gobernador, el escándalo desatado por la prepotencia de su padre deberá correr por la misma vía de la denuncia, pero es claro que los objetivos han cambiado en ese lugar y los resultados en materia de seguridad se logran con coordinación. Jalisco no merece el regreso a los 80 en los que el narco dominaba en la entidad.

Tenemos un problema y lo tenemos todos, no solo el Presidente. Nuestra clase política es, generalmente, bastante mezquina a la hora de hacer pronunciamientos en conjunto frente a un adversario. No extraña que no salgan los presidentes de los partidos apoyando al Presidente en momentos difíciles (eso no exime de la denuncia sobre la rampante corrupción del gobierno y su debilidad por las mansiones y acumulación de riqueza). El momento electoral dificulta aún más ese tipo de actitudes. Pero que quede claro: no es un problema exclusivo de Peña o de Calderón, es un problema del país y solo juntos saldremos de la pesadilla.


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