Trump, el poder de la ignorancia

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En México festejamos las remesas que nos envían quienes migraron en busca de una vida mejor, pero rara vez reparamos en el hecho de que las comunidades mexicanas en Estados Unidos enfrentan problemas fundamentales de los que sólo nos enteramos en momentos explosivos, como cuando el señor Trump, un hombre rico producto del sector inmobiliario, utiliza a los mexicanos en ese país como chivos expiatorios para su repetido intento de lograr la candidatura presidencial.

El problema no es Trump, no sólo por lo abusivo de sus acusaciones (acusando, entre otras cosas, que México envía “…drogas y violadores…”), sino el hecho de que representa un sentir mucho más amplio de lo que comprendemos en México. Otro caso es el de Ann Coulter, comentarista ultraconservadora que acaba de publicar un libro en inglés que se intitula Adiós América, así, en español, donde equipara a los mexicanos con terroristas islámicos, como riesgos idénticos para la sociedad norteamericana. Para ese sector de la sociedad estadounidense, los mexicanos “cuestan y no aportan”.

Lo dicho por Trump hace ver que el tema jugará un papel en el proceso electoral estadounidense de 2016. El magnate sabe perfectamente que lo que dice es falso. Sabe que sus edificios, los que lo han hecho multimillonario, son en buena medida construidos por mexicanos y que mucha de su clientela son también mexicanos. Aborda el tema de esa manera porque cree que eso le atraerá simpatías de ciertos sectores o por lo menos moverá el “centro de gravedad” del debate hacia posiciones antiinmigrantes.

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Acá, nos desgarramos las vestiduras cuando alguien ofende a México, pero en realidad no tenemos una estrategia como sociedad, para relacionarnos con los 35 millones de mexicanos que viven en Estados Unidos. Peor aún, poco a poco los hemos ido perdiendo y ahora las segundas y terceras generaciones hablan más inglés que español, y aunque siguen queriendo a México y autopresentándose como “de origen mexicano”, si no encontramos mecanismos eficientes para contribuir desde México, a un mejor desarrollo allá, sin que esto represente que se olviden de México, de sus orígenes o del país de sus padres, muy probablemente perdamos una excelente oportunidad, quizá la última de tener como ningún otro país del mundo, 35 millones de personas que podrían velar por los intereses de nuestra patria en la economía más poderosa del mundo. Ni más, ni menos.

En Estados Unidos, el debate ideológico se ha sobrepuesto al de los datos duros. Los mexicanos representan el futuro de Estados Unidos. Son ellos los que crecerán como grupo poblacional a tasas 150 veces mayores que lo que crecerán los anglos. Son esos mexicanos los que pagarán con su trabajo muchas de las pensiones de los estadounidenses. Los que comprarán las casas y edificios que Donald Trump está construyendo, los que tendrán capacidad de consumo.

Todo esto lo dicen estudios y trabajos de centros de investigación estadounidenses a quienes no se puede acusar de sesgo ideológico alguno.

La comunidad mexicana en Estados Unidos paga sus impuestos, trabaja en una gran diversidad de sectores, enriquecen día con día todos los ámbitos de la vida de esta nación y por si esto no fuera ya suficiente, sus remesas sostienen en México poco más de un millón 400 mil hogares. Y consumen millones de dólares de productos elaborados en México. Generan miles de empleos en ambos lados de la frontera y prosperidad en el sentido más amplio.

Si las respuestas a estas actitudes absolutamente reprobables terminan sólo en respuestas discursivas o de mero reclamo, entonces la ignorancia y la exclusión seguirán ganando terreno.

Lo que dice este tipo de personajes es absurdo. Sin embargo, es una llamada de atención para que con una estrategia integral aprovechemos la enorme oportunidad que representa la comunidad mexicana en Estados Unidos.

Las reacciones, seguramente no calculadas, de personalidades tan diversas como actores y actrices de cine, grandes empresarios, líderes de opinión o académicos, en ambos lados de la frontera, rechazando lo dicho por Trump y en algunos casos rompiendo tratos comerciales con sus empresas, significan, probablemente, el despertar de una conciencia hacia los mexicanos de allá que debemos recibir de plácemes y usar como plataforma para un cambio en cómo nos relacionamos con ellos desde acá.


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