Tiempos de Esperanza, tiempos de  Fe…

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Por: Rafael Morgan

Estos tiempos, previos a la Natividad del Niño Dios y de la llegada de un nuevo año, son para la humanidad tiempos de espera, de expectación pues se están por recibir a padres, hijos y parientes que viven en otras partes; se espera recibir y dar regalos y abrazos; son tiempos para viajar, tiempos de fiestas, posadas y cenas y todo ello conduce a gastar, a comer y a beber. También es tiempo de hacer promesas y compromisos personales que pronto se olvidan o se justifica su falta de cumplimiento.

Es tiempo de recibir al niño Dios, al Dios niño, no físicamente sino espiritualmente en nuestro corazón, en nuestros pensamientos, en nuestras buenas intenciones y la espera se convierte en esperanza, esperanza de tiempos mejores con menos violencia, con menos enfermedades, con menos muertes injustificadas, con menos dolor físico y del alma; esperanza que solo un niño Dios nos puede dar si esperamos con fe.

Igualmente, por lo tanto, es tiempo de fe y de creer en los misterios divinos, porque los misterios son la esencia de la Fe. Ante hechos reales y tangibles no se requiere fe, sino conocimiento y explicaciones demostrables. Véase si no será un misterio que todo un Dios, eterno y perfecto descienda a convertirse en hombre, en un ser mortal, imperfecto, vulnerable, que sufre dolores, hambre y sed y que sufre el dolor de la muerte, es un misterio que sólo puede explicarse con otro misterio, el de su misericordia, pues el hombre y la mujer fueron creados por Dios a su imagen y semejanza en cuanto a su libertad, su inteligencia y en cuanto a la eternidad del alma y todo ello es un misterio.

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En mis tiempos de estudiante en la universidad, tuve un maestro que decía que al discutir con algún cristiano sobre la demostración de la existencia de Dios, la existencia de un “cielo” donde viven las almas buenas, siempre respondían que eran misterios y las explicaciones que daban eran más bien inferencias y ejemplos no repetibles ni demostrables como lo son las leyes físicas y la naturaleza; ese maestro buscaba un debate entre la ciencia y la fe, pero los ámbitos de una y otra no son lo mismo, la fe se refiere al ámbito espiritual y de inmediato deviene que la existencia del espíritu sea humano o divino, n o puede demostrarse con leyes del ámbito físico. Se trata pues de creer, de tener fe en un Dios todo poderoso, eterno y misericordioso con su creación.

Otro de mis maestros, recuerdo que decía que él no creía en Dios, ni en la gloria, ni en el infierno, ni en las religiones, pero que… por si acaso, a la hora de su muerte sí iba a aceptar que un sacerdote le diera la absolución de sus pecados, no fuera a ser que todo ello sí existiera y pudiera salvarse. El problema, en este caso, es que no siempre se tiene tiempo de arrepentimiento, en cuyo caso sólo queda la misericordia de Dios en la hora de rendir cuentas.

Es tiempo pues de fe, de esperanza y de caridad, es tiempo de dar gracias y es tiempo de amor porque hoy, más que en otros tiempos, es más necesaria la caridad, el amor, ante tanta miseria, tanta pobreza, tanta enfermedad y muerte, tanta violencia de algunos hombres contra sus hermanos; urge la caridad ante el desempleo, la falta de un salario suficiente para bien vivir. La caridad no es sólo un “dar limosna” o ayudas esporádicas, que también son necesarias, sino que también es responsabilidad del hombre y de la mujer cuidar, preservar y hasta mejorar la creación; es su responsabilidad que utilice su voluntad, su libertad y su inteligencia para que haya mejores condiciones de vida con empleos y salarios dignos, que cuide el clima, el agua, el suelo, la flora y la fauna; que se establezca buen gobierno, buenas leyes y se respete la vida de los humanos desde su concepción hasta su muerte. El hombre y la mujer fueron creados con capacidades para estudiar y entender la naturaleza, el sol, y las estrellas y para transmitir todo el conocimiento de generación en generación.

Pero también fueron creados con capacidades para creer, para estudiar y entender el mundo espiritual, para tener fe, esperanza y caridad y transmitir esos conocimientos de generación en generación hasta la consumación de los siglos, Amén.

Feliz Navidad a todos.


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