Tengan sus petroquímicas

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Escrito en octubre de 1996, este artículo del entonces senador panista José Ángel Cohello (1923 – 1998), revela la agudeza de su visión política al señalar que los intentos privatizadores de la industria petrolera mexicana se fraguaron no en el país, sino en el extranjero, sobre todo a partir de la entrada en vigor del TLCAN y de los planes de reestructuración industrial.

Como quiromántico, el desaparecido ex senador panista escribió, hace casi doce años, respecto de los intereses norteamericanos sobre el petróleo de México. El político, falleció en un “accidente” cuando fue embestido por un trailer, hecho que no fue aclarado fehacientemente; muy poco tiempo después de que denunciara la desaparición de “Isla Bermeja”, que delimitaría el dominio del oro negro entre EUA y nuestro país. Por sus trabajos de denuncia respecto del proyecto privatizador de la energía le fue entregado el premio Nacional de Periodismo en su “Categoría Póstuma” por el Club de Periodistas de México en diciembre de 1998.

Hay muchas cosas que uno puede reflexionar respecto a la venta de las petroquímicas. Por ejemplo: ¿qué efectos tendrá el empleo?, ¿qué pasará si no las vendemos?, ¿para qué servirán los cinco mil millones de dólares que dicen que se obtendrán? Cada una de las preguntas deja un saldo que aconseja no vender.

No quiero discrepar de mis amigos sabios en tales cosas y por eso me preocupé por averiguar: ¿quién tomó la decisión de vender? Algunos dirán que fue Salinas de Gortari, otros que fue el actual Gobierno, otros más que fueron los tecnócratas vende patrias. Pero a la luz de la historia y de la realidad, fue la Casa Blanca, fue Washington a través del Fondo Monetario y del Banco Mundial, en este plan sinistro del ajusto estructural : Carlos Salinas y los salinistas del actual sexenio no han hecho otra cosa que obedecer y tratar de convencernos de que, si lo propuso Washington, es bueno para México.

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Los préstamos de ajuste estructural los comenzó a ejercer el Banco Mundial, con la complicidad del Fondo Monetario a partir de 1982 cuando ocurrió la crisis de deuda externa en toda América Latina, incluyendo la devaluación de López Portillo. A México comenzaron a atornillarlo durante el sexenio de Miguel de la Madrid quien sin entusiasmo se resignó a ser albacea de un sistema que había durado 50 años.

Pero llegó Salinas y, después de la reestructuración de la deuda externa en 1989, comenzó a hablarse en México, ¡qué casualidad!, de dos cosas novedosas: el TLC y el ajuste estructural. Al principio no parecía haber relación entre nuevas corrientes económicas; Tratado de Libre Comercio y el ajuste estructural, de los cuales nunca se había hablado durante la campaña salinista ni antes del rescate de Mr. Brady.

Con esa secuencia lo que quiero mostrar es que, durante las conversaciones secretas para el rescate, los americanos seguramente nos impusieron el TLC y el "desmedro" del ajuste estructural.

Ese mismo ajuste lo están imponiendo los norteamericanos a toda América Latina y en todos lados ha ocurrido un colapso económico, un mayor desempleo, un grave empobrecimiento de las mayorías y un engordamiento de los ricos provocando una tirantez social que, en algunos países, está al borde de la ruptura. Igualito que en México.

Pero a partir de este década los ultraderechistas de la Casa Blanca se han endurecido: un estudio revelador de Jacques Polack: la cambiante naturaleza de las condiciones del FMI (The changing nature of IMF conditionality, publicado en la revista: Essyis on International Finance. Spet 1991) muestra el endurecimiento de esas condiciones, de suerte que según algunos ahora el banco y el Fondo imponen sus condiciones y exigen que las acepten, aún antes de comenzar a negociar.

Esto significa que cuando México envió una "Carta de Intensión" al Fondo Monetario el 26 de enero del año pasado (enero de 1995)*, rogándole que vinieran a rescatarnos de la crisis provocada por el gobierno, no estaban realmente mostrando su "intención", sino aceptando de antemano las condiciones, públicamente, como los que abjuran de su fe, como los que hacen apostasía de sus convicciones, como los penitentes de un grave pecado.

Cuando en la carta dicen públicamente:

17.- "El Gobierno de México ha decidido acelerar las reformas estructurales en los sectores de transporte, telecomunicaciones y bancario", están diciendo en verdad que aceptan la exigencia del Fondo y que así procederán. Si dijeron que "el Gobierno permitirá la competencia nacional y extranjera en el sector de comunicaciones y promoverá la inversión privada en energía eléctrica", está aceptando abrir la puerta, porque se lo exigen desde Wall Street las duran condiciones de la Casa Blanca a través de ese lacayo que es el director Camdessus. Lo que pasó después de los satélites y la cauda de adulaciones en la prensa es una maniobra maquiavélica del Gobierno para lograr que le aplaudieran en un acto que era traición, sino en el fondo, sí en la forma.

"También se acelerará el proceso ya iniciado para privatizar otras empresas estatales (incluyendo puertos, aeropuertos y plantas petroquímicas)". Y agregan sumisamente: "En este contexto, las autoridades se comprometen a levar a cabo operaciones de privatización y concesión que… generarán al rededor de seis mil millones de dólares…".

Entendamos que cuando "las autoridades se comprometen", los funcionarios confiesan que están aceptado una humillante condición sin la cuando hay dólares. Digo que hay traición porque los tecnócratas están imponiendo al pueblo condiciones que nos puso la Casa Blanca.

En otras palabras, la decisión de vender las plantas petroquímicas fue tomada por William Clinton, por Michel Camdessus, por las grandes corporaciones norteamericanas y no por el gobierno y menos aún por el pueblo de México.

Cuando en diciembre de ese mismo año, Mancera, el asfixiador de la moneda, y Ortiz, el haciendista persecutorio, mandan otra "Carta de Intención" al Fondo porque las cosas no salieron tan fáciles como pensaban en su inexperiencia, reiteran la aceptación de las condiciones del Fondo.

"El Gobierno acelerará reformas reglamentarias y legales pendientes y los procedimientos administrativos necesarios para completar la desregulación de las frecuencias de los satélites, la generación de electricidad y la privatización del sector petroquímico"

Nuestros pobres negociadores, como "los burgueses Calais" de la escultura de Rodín, salieron a mostrar sus harapos.

Incluyeron en su anuencia humillada a la energía eléctrica porque, de acuerdo con una declaración de William White, el (ex)* subsecretario de Estado gringo, el gobierno norteamericano "estaba monitoreando acerca de la venta de la petroquímica mexicana (porque) esa privatización será la prueba de fuego de cómo México va a desempeñarse para sus planes de electricidad y gas" y, por lo tanto, no hay compradores, ni inversionistas para la energía eléctrica, hasta que no vendamos las petroquímicas.

Esa es otra prueba de que la decisión fue tomada y está siendo presionada, desesperadamente, por los norteamericanos.

Cuando el embajador norteamericano James Jones dijo que si no vendíamos las petroquímicas no vendrían más inversiones, les dio argumentos a los timoratos, pues al menos en este aspecto nosotros tenemos el as en la mano porque tenemos el petróleo, y los norteamericanos están desesperados por conseguir más petróleo.

Si usted no me lo cree, escuche entonces lo que dijo el siniestro Jesse Helms, autor de la amenazante ley Helms-Burton y el presidente del comité de relaciones exteriores del Senado yanqui, y disfrute lo que dijo en una intervención reciente en el Senado de estados Unidos:

"Los estadounidenses tuvimos que depender del petróleo extranjero para cubrir el 57 por ciento de nuestras necesidades la semana pasada, y no hay señales de que esa creciente espiral vaya a revertirse… los políticos debemos reflexionar sobre la calamidad económica que seguramente ocurrirá en estados Unidos, cuando los productores extranjeros frenen nuestro abasto o duplique en ya no enorme costo del petróleo importado que fluye hacia nuestro país". ("El Financiero". Julio 16-96. Noyta de David Shields).

Y mire usted lo que son las cosas… si no hay petróleo, no hay petroquímicas. Así que las empresas que quieran irse con su liancho a otra parte, yo les recomiendo Libia.

A mí, en lo personal, me gustaría encontrarme alguna vez con Mister Helms y decirle que, después de todos los insultos a nuestro país, ¿ahora se preocupa por la escasez de petróleo? Hacerle un ademán que usted puede imaginarse y decirle: "Tenga usted sus petroquímicas".

 

Siempre!, 2260, 10 de octubre de 1996.


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