Tan fácil como quitarse el sombrero y dejarlo en la puerta

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De que las palabras de Lorenzo Córdoba, consejero presidente del INE fueron desafortunadas, lo fueron. De que encendieron el debate, lo encendieron. Y no podía ser de otra manera. Se trata de una importantísima institución que dadas las condiciones actuales está llamada a arbitrar la candente contienda electoral en la cual nos encontramos inmersos, y de ahí dependen muchas cosas.

Más allá del análisis sobre el contenido discriminatorio o racista, o al menos políticamente incorrecto, imprudente e insensible , o de la deplorable existencia del espionaje telefónico del que fue objeto, sobre lo que ya se ha escrito suficiente, hay un tema de fondo que debe hacernos reflexionar: la relación entre los espacios públicos y privados. Sí, ese gap que existe entre la vida personal y política y la vida profesional o familiar.

En el sistema político mexicano se ha privilegiado y hasta cierto punto –forzado- una peligrosa separación entre las creencias y la actuación pública. Una especie de incompatibilidad entre ambas esferas que se suponen distintas, autónomas… lo que lleva invariablemente a una especie de rompimiento… de esquizofrenia.

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Así, al resolver sobre asuntos con alto contenido moral, se exige a los políticos dejar de lado sus convicciones y creencias personales a fin de no sesgar su decisión. Rompiendo de manera importante la integridad de las personas. Ese rompimiento se ha vuelto reflejo característico de un sistema salpicado de simulación y de rigidez.

Lo que sumado a la ausencia de auténticos liderazgos nos tiene donde hoy nos tiene. Justificando situaciones injustificables que ante las múltiples aristas del problema, busca la salida más rápida y menos costosa. Una clase política que no termina de entender que primero se lidera con lo que se es, luego con lo que se hace y en tercer lugar con lo que se manda hacer. Cadena básica de actuación que deriva en verdadera autoridad moral.

Es importante al menos considerar que como personas no podemos ser compartimentos estancos… que no podemos al decidir, dejar de lado nuestras convicciones como quien se quita el sombrero al entrar a una habitación. Que de nada sirve tratar de hacer mejor al mundo –desde la presidencia del INE o de la responsabilidad que se tenga- si nosotros no mejoramos como personas… Es cierto, no pidamos peras al olmo.

Como sociedad tenemos derecho a pedir mucha más responsabilidad a los líderes o a quienes debieran formalmente serlo…. no podemos enseñar ni predicar lo que no practicamos ni creemos. De ahí la oquedad de nuestras instituciones, pues la coherencia implica valentía y esfuerzo, elementos hoy escasos en el sistema político mexicano.

Me queda claro que la crisis actual de nuestro país es una crisis de líderes congruentes y apasionados sinceramente con el bien del pueblo.


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