Sobre aquel 19 de septiembre

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En días pasados se cumplieron treinta años del terrible sismo que devastó a la Ciudad de México. Como anécdota, recuerdo que ese 19 de septiembre de 1985, a la hora en que ocurrió el temblor, impartía clase en el plantel Laguna de la Universidad Iberoamericana en Torreón. Tengo presente que era de una materia para ingenieros denominada Recursos y Necesidades de México, equivalente a la muy conocida de problemas económicos de México. Por la hora y para espantar la natural somnolencia de los alumnos, hablaba de pie y caminando. Debió ser a las 7:19 de la mañana cuando sentí un ligero mareo y como que perdía el equilibrio, pero no les di importancia a estas sensaciones. Tampoco las comenté a los muchachos, porque advertí que nada percibieron.

Pero al terminar la clase y retirarme de la Ibero, poco antes de las nueve de la mañana, encendí el radio del auto y fue entonces que me enteré del terremoto, de su gran magnitud y de la enorme tragedia que ya para entonces se sabía había causado en la capital. Es la primera y única vez que yo he percibido un temblor de tierra en La Laguna, que no es zona sísmica. El día siguiente los diarios locales informaron que las albercas y las piletas de agua en los ranchos habían derramado su líquido y que se habían estrellado los cristales de las ventanas de algunos edificios de la ciudad. Nunca nadie me comentó, o al menos no lo recuerdo, que hubiera sentido el sismo del 85 en la Comarca, pero yo claramente sí.

Tengo presente que buena parte de la tarde de ese día y durante la noche, hasta poco después de las cero horas del día siguiente, permanecí atento y atónito frente al televisor. Fue por esa hora cuando el canal 13, entonces de Imevisión, cortó su señal, a pesar de que había estado ofreciendo que la mantendría toda la madrugada. Sin embargo, a lo largo de al menos una docena de horas realizó una transmisión especial de manera ininterrumpida. La recuerdo perfectamente porque casi toda la observé consternado en Torreón, 900 kilómetros al norte de donde tenían lugar esas escenas dramáticas, demoledoras. Transmisión que prestó además un valiosísimo servicio social, al dar información de residentes en la capital a sus familiares de provincia. Vale recordar que durante horas el servicio telefónico de y hacia la Ciudad de México quedó interrumpido. Hasta la fecha, no olvido esa transmisión televisiva en vivo.

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Pocos días después del sismo, recibí invitación a una misa de acción de gracias. Me la envió un amigo de ciudad Lerdo, población del estado de Durango conurbada a Torreón, de nombre Jesús “Chuy” Martínez, quien algunos años antes había sido regidor panista en su municipio. Chuy era entonces contador de una empresa minera y por su trabajo debía ir mensualmente a la Ciudad de México, donde solía hospedarse en el Hotel Regis. Ese 19 de septiembre estaba a punto de cerrar su maleta, liquidar la cuenta y tomar taxi al aeropuerto. Fue entonces que percibió las fuertes sacudidas del sismo. Salió de la habitación tan rápido como pudo. Ya en la escalera, donde oía crujidos por todos lados, recordó que había dejado encendido el televisor. Regresó a apagarlo y volvió a tomar la salida, esta vez con mayor dificultad. Tenía unos segundos, ya en el arroyo de la avenida Juárez, cuando observó el primer “sentón” del edificio que albergó al inolvidable Hotel Regis.

El sábado 21 de septiembre de 1985 estaba convocado a sesión el Consejo Nacional del PAN. Llegó tarde el aviso de que se suspendía por causas de fuerza mayor. Pero dejemos este punto para otra ocasión.


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