Emilio Chuayffet Chemor, secretario de Educación Pública, miente con arrogancia y trata a algunos de sus interlocutores con desprecio inmerecido
La mentira destruye la confianza. Doblemente lo hace la mentira pronunciada con arrogancia. Ofende y se equivoca aquél que crea ver en el otro a un imbécil obligado a tomar por bueno todo aquello que se le imponga.
Emilio Chuayffet Chemor, secretario de Educación Pública, miente con arrogancia y trata a algunos de sus interlocutores con desprecio inmerecido.
Todo comenzó con el comunicado 129, publicado por la SEP el último viernes del mes de mayo. Con una redacción inspirada en la arquitectura minimalista, la Coordinación Nacional del Servicio Profesional Docente informó que se suspendían “indefinidamente” los procesos de evaluación para el ingreso, la promoción y permanencia en educación.”
La noticia despertó un grave malestar durante las horas y días que siguieron. Sobre todo porque, a manera de justificación, se ofreció un argumento indescifrable: “con motivo de elementos a considerar en el proceso de evaluación… quedan suspendidas indefinidamente las fechas publicadas para su realización.”
Entre el momento cuando ese comunicado fue emitido y la siguiente ocasión en que la autoridad educativa volvió a dar la cara transcurrieron diez largos días. Mientras tanto, nadie aclaró a qué elementos en concreto se había hecho referencia.
Suficiente tiempo para que creciera la especulación sobre lo que en verdad quería decirse con ese sucinto mensaje.
El pasado lunes 8 de junio el secretario dio una conferencia de prensa que tuvo dos propósitos: regañar públicamente a quienes reclamaron y anunciar que la evaluación docente continuaría su rumbo.
“Es conveniente precisar —afirmó Chuayffet— que suspender no significa otra cosa más que detener o diferir por algún tiempo una acción u obra … de ninguna manera quiere decir, como se escribió, cancelar el proceso de evaluación”.
Mientras el secretario aplacaba angustias con el diccionario en la mano, la Secretaría de Gobernación aclaró que todo lo ocurrido era responsabilidad exclusiva de la SEP.
Hay tres mentiras flagrantes en el discurso de la autoridad: primero, la Real Academia de la Lengua Española sí considera como sinónimos las palabras “suspender” y “cancelar”.
En la entrada que esa fuente ofrece para el término “cancelar” puede encontrarse la siguiente definición: “suspender lo que se tenía previsto”.
Segunda mentira: el hecho de que las autoridades locales no tuviesen lista la logística para la aplicación de los exámenes, no era razón suficiente para suspender indefinidamente la evaluación. Si lo hubiese sido, ¿por qué no informar del problema en el comunicado? ¿Y por qué no precisar una nueva fecha en lugar de detener, sin limite de tiempo, el proceso?
Tercera mentira: la Secretaría de Gobernación sí intervino en la decisión y sí dio la orden de parar la evaluación.
La instrucción fue desagradable para el secretario, quien vivió con enojo la humillación pública a la que lo sometieron desde el palacio de Covián.
La palabra suspender también quiere decir no aprobar, no obtener la puntuación requerida para pasar un examen.
El manejo mentiroso de la información hizo que la sociedad reprobara lo ocurrido. Provocó que el secretario perdiera confianza, no sólo por las falsedades, sino también por el tono pendenciero.
ZOOM: ¿Será que de ahora en adelante Emilio Chuayffet va a tratar a los maestros de la sección 22 —que tienen secuestrado al sistema educativo en Oaxaca— con el mismo acento que recetó a los enojados por la suspensión de las evaluaciones?
¿O seguirá enviando a la disidencia magisterial a la Secretaría de Gobernación para que sea el subsecretario, Luis Miranda, quien se arregle con los revoltosos?
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