Las primeras noticias que tuve de él me llegaron de oídas. Las recibí a principios de abril de 1961, por los días en que me incorporé en Torreón a las filas de Acción Nacional. Yo apenas había cumplido dieciséis años y él tenía 27. En las siguientes semanas conocí por lecturas más datos de su trayectoria personal y quedé impresionado. Luego, en agosto de ese mismo 1961, de vacaciones escolares en la Ciudad de México, tuve oportunidad de ingresar a las galerías del palacio de Donceles para presenciar algunas de las sesiones del llamado colegio electoral de las elecciones intermedias de ese año, para diputados federales.
En una de esas sesiones, tan inútiles como aberrantes por su esquema de autocalificación, me tocó oírle “defender su caso”, como se decía. El personaje había participado como candidato panista a diputado federal por un distrito capitalino. Como es de suponer, la maquinaria priísta de defraudación electoral frustró su legítima aspiración de convertirse en brillante legislador. En ese infame colegio electoral pronunció un soberbio discurso. Pude entonces confirmar que lo que de él se decía obedecía fielmente a la verdad: muy preparado, de gran personalidad y orador brillante.
No podía ser de otra manera, pues entre los datos sobresalientes de su trayectoria, que los jóvenes panistas mencionábamos con orgullo, era el campeonato internacional de oratoria que siendo estudiante de Derecho de la Universidad de Guadalajara y ya militante del PAN, había ganado en julio de 1955. Y además ¡de qué manera! Fue en el Teatro Principal de la ciudad de Veracruz. En la sesión de finalistas el jurado declaró empatado el primer lugar entre él y un cubano. Y en una última prueba de improvisación el mexicano se impuso por su gran categoría. Su nombre: Hugo Gutiérrez Vega.
La prensa dio la noticia de su fallecimiento el pasado fin de semana, a la edad de 81 años. En su semblanza que los medios difundieron se hace mención a sus amplios estudios en letras, principalmente en el extranjero; a los numerosos premios literarios que recibió; a los 48 libros de su autoría, principalmente de poesía, que fueron 35. Asimismo a su trayectoria en el servicio exterior mexicano y a los cargos que desempeñó en el área misma de la cultura. Pero ni media palabra se dijo de su remota militancia panista.
Recuerdo que en mayo de 1962 visitó Torreón con su grupo teatral “Los cómicos de la Legua” para dar varias funciones. Lo invité y accedió a dar una conferencia en la preparatoria de los jesuitas. Estuvo brillante.
El año siguiente Gutiérrez Vega renunció al PAN. Hasta donde entonces se supo, fue por desacuerdo con el nuevo jefe nacional Adolfo Christlieb, quien se opuso a continuar con el proceso de afiliar al PAN a la Democracia Cristiana, que alentaba el anterior presidente, José González Torres. Sin embargo, 40 años después Gutiérrez Vega declaró que siempre estuvo en contra del anticomunismo furibundo de aquél. Lo cual sorprende, porque siendo ambos presidentes, González Torres nacional y Gutiérrez Vega de la organización juvenil, éste organizó una reunión nacional de jóvenes en Matamoros, Tamaulipas, en septiembre de 1960, con el propósito de denunciar la penetración comunista en México, tema sobre el cual publicó un amplio y muy documentado estudio.
En fin, en sus once años de militancia panista, Gutiérrez Vega ocupó altos cargos de responsabilidad en el partido. Además, según contabilidad que él mismo llevó, su actividad como panista lo condujo 73 veces a la cárcel. Considero que de haber mantenido su militancia, sin duda habría llegado a ser uno de los más sobresalientes líderes políticos de este país. Siempre alenté la idea de sostener una entrevista con él para conversar sobre su salida de Acción Nacional. Los años pasaron y nunca se presentó esa oportunidad, que ahora ya es imposible.
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