Contrario a la idea de que nos estamos «volviendo tontos», muchos estudios sugieren que estas herramientas están cambiando la forma en que pensamos, pero no necesariamente para mal. En lugar de debilitar nuestras mentes, la tecnología podría estar liberando espacio mental. Al externalizar tareas de memorización y procesamiento de datos que antes eran cruciales, nuestro cerebro puede concentrarse en habilidades de pensamiento de orden superior, como la resolución de problemas complejos, la creatividad y el pensamiento crítico. Es decir, no es que seamos menos inteligentes, sino que estamos reorientando nuestra inteligencia.
Un ejemplo interesante es el fenómeno de la «cognición distribuida». Esto se refiere a cómo los humanos usamos herramientas, como los chats de IA, para expandir nuestras capacidades cognitivas. Imagina que el chat es una extensión de tu propio cerebro, permitiéndote acceder a una vasta cantidad de información y procesarla en segundos. Esto no es pereza, es una evolución en la forma en que interactuamos con el conocimiento. La clave está en no usarlas como muletas, sino como catalizadores para el aprendizaje y la innovación. Por supuesto, existe el riesgo de caer en la pereza mental si solo copiamos y pegamos sin entender. El verdadero desafío, entonces, es aprender a usar estas herramientas de manera efectiva, no para evitar pensar, sino para pensar de una manera más profunda y estratégica.
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