Río 2016, lección olímpica

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Los resultados de las olimpiadas de Río 2016 dejan una lección para México que debe ser analizada por nuestras autoridades e instituciones, con el objetivo de encontrar una estrategia que impulse de manera integral al deporte para que éste resulte en la generación de más y mejores deportistas, así como en la obtención de más preseas mundiales y olímpicas.

Si bien las críticas se han centrado en la actuación de la Comisión Nacional del Deporte y el conflicto con las federaciones respecto al apoyo brindado a los atletas que representaron a México en este encuentro, es necesario analizar más a fondo el proceso que ha permitido que el deporte y su difusión se encuentren tan abandonados en nuestro país.

Entre otros objetivos, a la Conade, organismo descentralizado de la Secretaría de Educación Pública, le corresponde impulsar las “bases sólidas para el desarrollo del deporte mexicano”, a partir de la instrumentación de políticas públicas de Estado; esto incluye no solamente la coordinación en la preparación de los atletas que asisten a competencias nacionales, mundiales y olímpicas, sino también la creación de programas de educación física en las escuelas, la formulación del Programa Nacional del Deporte, el impulso de la práctica de actividades físicas en la población en general, etcétera.

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Esto quiere decir que está en manos de la Secretaría de Educación Pública y la Conade sentar las bases para hacer de la práctica del deporte una condición fundamental en la educación de nuestra niñez, más que en un complemento de su desarrollo y crecimiento visto como una materia más en sus planes de estudios. Este esfuerzo permitiría en un mediano plazo fomentar habilidades, identificar talentos y cultivarlos para dar paso al surgimiento de nuevos atletas.

No obstante, a este esfuerzo debe sumarse el trabajo de las asociaciones, consejos y federaciones que conforman la Codeme, encargados de fomentar la especialización en las distintas disciplinas deportivas. La colaboración entre Secretaría de Educación Pública, Conade, el Comité Olímpico y todas las asociaciones que promueven el deporte resulta fundamental en la generación de un ambiente propicio para el crecimiento y desarrollo de los atletas. Es imposible pensar que un atleta pueda concentrarse en su práctica si es representado por asociaciones en conflicto o representaciones poco transparentes, como fue el caso de estos Juegos Olímpicos.

Así, resulta evidente que lo que debe cambiar, actualmente, es la política pública que impulsa el deporte en México y este cambio no puede venir de nadie que no sean nuestras autoridades e instituciones deportivas; sólo un compromiso así permitirá que nuestros atletas, muchos de ellos provenientes de contextos económicos familiares muy adversos y con serias restricciones en los apoyos financieros para su entrenamiento, puedan enfocarse en su entrenamiento sin resultar los principales afectados de una mala organización.

La conclusión de estos Juegos Olímpicos también nos lleva a darnos cuenta que no todo en la vida deportiva de nuestro país es futbol y si bien es el deporte nacional, también merece ser analizado en todos sus sentidos para propiciar un mejor desempeño de sus directivos.

Es por ello que resulta necesario y urgente analizar la posibilidad de trabajar en el planteamiento estratégico y fomentar un mejor clima de cooperación entre autoridades, federaciones y atletas. Así, México podrá mejorar desde la infancia la preparación integral en el ámbito deportivo para formar deportistas que podrán llegar fortalecidos no sólo al próximo encuentro olímpico en Tokio 2020, sino también en los sucesivos.


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