Retos y desafíos a 76 años del PAN

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Hace unos cuantos días el Partido Acción Nacional cumplió 76 años de haber sido fundado, entre otros, por Manuel Gómez Morín quien junto con mexicanos notables de la talla de Alberto Vázquez del Mercado, Antonio Castro Leal, Vicente Lombardo Toledano, Alfonso Caso, Teófilo Olea y Jesús Moreno Baca formó parte del grupo de Los Siete Sabios destacando también por ser impulsor de instituciones como el Banco de México, el IMSS y por su defensa de la autonomía universitaria cuando fue Rector de la UNAM. Más allá de posturas ideológicas y filiaciones políticas, el legado de Gómez Morín ha sido reconocido por propios y extraños y perdura hasta nuestros días.

Es cierto que ahora el PAN no pasa por su mejor momento y sigue inmerso en una crisis de la cual no ha podido salir desde que perdió las elecciones presidenciales en 2012, pero no se pueden negar sus importantes aportaciones a la vida institucional y a la transición democrática del país.

El México actual no se podría entender sin Acción Nacional quien tuvo que enfrentar la resistencia -y en no pocas ocasiones la persecución- del gobierno, lo que lo llevó a ser una oposición muy combativa pero siempre responsable y dispuesta al diálogo pues su apuesta ha sido por la institucionalidad.

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Cómo olvidar la huelga de hambre de Don Luis H. Álvarez en 1986 en protesta por el fraude en Chihuahua, la campaña de Maquío en 1988 o el triunfo de Ernesto Ruffo en las elecciones de 1989 en Baja California convirtiéndose así en el primer gobernador emanado de un partido distinto al PRI.

Tampoco han sido menores los conflictos y desafíos que a lo largo de estas más de 7 décadas se han presentado a su interior, como por ejemplo en 1976, en que no postuló candidato a la presidencia de la República o la renuncia en 1992 de prominentes figuras reunidas en torno al foro doctrinario ante su inconformidad por las decisiones adoptadas por la dirigencia que consideraban contrarias a su esencia, pero ninguna crisis ha sido de la magnitud de la que vive ahora y que se fue incubando desde el año 2000 en que accedió al poder en el ámbito federal.

Además de que en términos generales los gobiernos panistas no estuvieron a la altura de las expectativas que se había generado la ciudadanía y que quizá su mayor adeudo es que no fueron capaces de desmontar las reglas no escritas que sostenían al viejo sistema político fortaleciendo incluso a algunos de los llamados poderes fácticos y grupos de presión -tampoco supieron comunicar los logros que sin duda tuvieron-, muchos de sus militantes se acostumbraron muy rápido a los privilegios que brindan los cargos públicos e incurrieron en prácticas y excesos que siempre habían condenado con lo que la buena imagen que construyó el PAN sobre todo como oposición, terminó por diluirse.

Es triste reconocer que con el fallecimiento de Carlos Castillo Peraza, Acción Nacional se quedó sin ideólogos -que tanta falta han hecho-, y que en buena medida las muy respetadas figuras que lo distinguían se han ido sustituyendo por dirigentes locales sumamente pragmáticos sin más mérito que su «habilidad» para crear clientelas partidistas a partir de las nóminas gubernamentales o financiadas con recursos de dudoso origen.

Los retos que hoy tiene por delante el PAN -si realmente quiere honrar el legado de Gómez Morín y volver a ser opción para las elecciones presidenciales de 2018- están muy claros y pasan necesariamente por asumirse de nuevo como la oposición que alguna vez fue, y sobre todo por recuperar su autoridad moral e independencia política que no pocas veces se han visto comprometidas al anteponer intereses y complicidades que nada tienen que ver con el partido pero que le han resultado tan costosos. Esperemos que se entienda porque ¡México necesita mucho más del Partido Acción Nacional!


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