Prospectivas: industria, comercio y migración

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El PIB de México aumentó en 2015 en 2.5%, lo que no se distinguió de las tasas de crecimiento que venían obteniéndose en el pasado. El “desarrollo estabilizador” del que nos ufanábamos parece haberse convertido, como lo afirma el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC), en un “estancamiento estabilizador”. Para romper el hechizo se requieren muchos más esfuerzos, pero mancomunados.

La industria juega un papel primordial. Sin una industria sólida no puede hablarse de un desarrollo económico social sostenible. La concatenación con el comercio exterior es indispensable para que a su vez se consolide la firmeza productiva interior. Es esto lo que no ha sucedido en México.

La apertura comercial realizada primero con nuestra entrada al GATT (1986), después con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (1994), completada con la política de desgravación sistemática, no fortalecieron la producción industrial del país. Son muchos los ejemplos de la desaparición de empresas afectadas por la competencia a la que se les expuso antes de tiempo.

Por contra, las empresas que se instalaron entre nosotros para aprovechar la cercanía con el vecino del norte y los grandes mercados latinoamericanos, orientaron nuestra estructura productiva muy a modo de sus particulares intereses. Faltando una política industrial que trazara el marco de prioridades conforme a ramos y regiones de producción, hemos abandonado al azar un panorama industrial disparejo y agujereado.

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Por evitar un repudiado “dirigismo”, las autoridades federales y estatales no han promovido una acción empresarial para formar los eslabones de las “cadenas” de producción que ahora por fin se citan como un factor tan indispensable y en los que muchos veníamos insistiendo desde hace tiempo.

Al no tener interés el gobierno de fomentar la producción de suministros mexicanos, las grandes empresas extranjeras continuaron con sus suministros usuales, lo que resultó en artículos terminados con insumos extranjeros y pocos mexicanos. ProMéxico ha señalado que éstos representan cuando mucho el 13% de integración y que con la incorporación de componentes nacionales podríamos ocupar nuestra mano de obra de reconocida calidad. Estamos desperdiciando esta energía joven que se disipa en actividades informales y hasta ilegales.

Preocupa la desocupación resultante. De los cientos de miles de empleos que se nos dice han sido creados en el 2015, vale preguntar cuántos fueron de carácter industrial y cuántos del ramo de servicios realmente productivos, como son los de turismo y de la educación. Hay que admitir que detrás de muchos títulos profesionales se esconden actividades improductivas y que esos recursos humanos mejor debieran integrarse a alguna cadena de producción que fuese realmente útil al desarrollo.

El fenómeno mencionado afecta seriamente nuestras exportaciones, que no son suficientes para compensar nuestras compras al exterior. Mientras nuestras ventas no cumplan esa misión y continúe nuestro persistente déficit, que en 2015 fue de 14 mil 460 millones de dólares, tendremos que seguir dependiendo de inversiones extranjeras, que no siempre logramos encauzar a sectores prioritarios, o de financiamientos internacionales que aumentan la deuda externa cuyo valor ya equivale al 50% de nuestro PIB.

No hay, por otra parte, una política efectiva que apoye las cadenas de producción. Los servicios que la banca de desarrollo ofrece a las industrias pequeñas y medianas son notoriamente insuficientes y burocratizados.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) recomienda no sólo la creación de las cadenas de producción para dinamizar la producción y el empleo de recursos humanos, sino, además, extenderlas para enlazar los procesos de México con Centroamérica en un ejercicio de coordinación y apoyo recíproco. Sugiere además que tal esquema priorice la agroindustria y las energías renovables, que son campos especialmente prometedores.

La estrategia que apunta CEPAL es oportuna. No sólo alude a intercambios comerciales, sino que constituye un instrumento de alta eficacia para resolver el agudo problema migratorio que nos preocupa a todos.


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