¿Por qué los partidos atacan y no proponen?

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Una de las características de las actuales campañas electorales, es la que hace que los votantes se enteren más de algún aspecto negativo de los aspirantes en vez de centrar su atención en las propuestas. Las de 2016, han sido ejemplos claros de que los partidos piensan que la mejor defensa es el ataque, aunque aleje a los ciudadanos de las urnas.

Campaña negativa

Una de las discusiones que ha centrado la atención en lo que hacen las campañas negativas –o de contraste o sucias, como guste llamarlas–, tiene que ver tanto con lo que provocan en el electorado como por la razón en que los partidos insisten en utilizarlas.

Algunos analistas aseguran que la difusión de aspectos negativos de los candidatos, ayudan al votante a conocerlos mejor y, por lo tanto, tener más elementos a la hora de tomar la decisión acerca de por quien depositar su sufragio.

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Este razonamiento se basa en que este tipo de campañas ayuda a completar la información que el ciudadano recibe en las mismas, dándole el cuadro completo acerca de los distintos aspirantes que participan en el proceso.

El ejemplo de la campaña presidencial de 2006 ilustra muy bien la manera en que son utilizados este tipo de recursos, pues cabe recordar lo que se alcanzó con los mensajes que describían a Andrés Manuel López Obrador como un «peligro para México».     Por supuesto que los partidarios del tabasqueño piensan que su derrota se debió a un fraude electoral más que a la campaña negativa que se le hizo.

No obstante el planteamiento anterior, es claro que los mensajes que presentaban de forma negativa al candidato de la izquierda, además de los que magnificaban sus errores, aportaron para el resultado final.

Y es que pese a las condenas que campañas como la descrita en los párrafos anteriores, la realidad nos muestra que prácticamente todos los partidos las utilizan en la búsqueda de la victoria.

Así, tenemos que en este 2016 los mensajes se dirigen al elector para alertarlo de algún riesgo que supone el candidato contrario, como lo hemos visto en los casos de las campañas en Veracruz, Quintana Roo, Chihuahua, Aguascalientes y demás estados que renovarán sus gubernaturas en junio próximo.

El duelo de acusaciones busca que el electorado deposite en las urnas su voto para que gane el menos malo o el que los convenció que no es tan negativo su triunfo en comparación con el adversario.

Qué también ese tipo de tácticas alejen a segmentos importante de la ciudadanía y el triunfo quede en manos de las maquinarias de movilización de cada partido –con lo que triunfa el que esté mejor organizado en tal rubro–, es un logro al parecer inesperado para los pragmáticos en los institutos políticos que prefieren este tipo de estrategias.

De esta forma, ofrecer propuestas, convocar a especialistas u organizar foros para recopilar lo que los ciudadanos propongan de acuerdo a sus necesidades, contar con equipos de investigación o aliarse con alguna organización que pueda aportar soluciones a los principales problemas del estado o del país, puede parecer demasiado caro en comparación con recurrir a grupos que proporcionen información delicada o sensible del adversario.

Otra faceta de este aspecto tiene que ver con el hecho de que los partidos coinciden demasiadas veces en las propuestas que ofrecen en sus plataformas, esos catálogos de propuestas que ocupan posiciones secundarias en las estrategias electorales.

Los partidos ofrecen mejorar el poder adquisitivo, el transporte público, abatir la inseguridad, reducir la contaminación, la pobreza, el analfabetismo, crear más empleos y mejores servicios de salud, aunque sin decir cómo les harán o de dónde saldrán los recursos para concretar todas esas promesas.

En este plano, no hay muchas diferencias entre las propuestas de los distintos partidos. Una breve revisión de las plataformas que se presentan en cada elección nos dará una idea de las semejanzas en dicho ámbito.

Y con el pragmatismo que caracteriza a los dirigentes partidistas, es claro que que la decisión sea en favor de los ataques con el fin de asegurar el triunfo en los comicios, en especial en una época en que las redes sociales y los medios tradicionales y digitales buscan material para atraer la atención del público, pues nada más atractivo que dar a conocer un hecho que puede motivar un escándalo y variadas reacciones de la audiencia, desde burlas hasta condenas.

También es claro que en el periodismo no hacemos la tarea, son escasos los espacios en los que se analiza y orienta al ciudadano para que ejerza su voto, pues se prefiere el escándalo al razonamiento.

Que como reacción se den movimientos que planteen un boicot a las urnas, protestar en la boleta, anular el voto, es parte de lo que se ha conseguido al privilegiar los ataques por sobre las propuestas.

Mientras se siga pensando que la mejor defensa es el ataque, seguiremos teniendo campañas que lancen lodo por todas partes.

Del tintero

Y los debates, que deberían ser el espacio para que el elector contraste las propuestas y las posiciones de cada candidato, han acabado en una feria de acusaciones en donde gana el que recibe menos señalamientos. Hasta eso hemos arruinado.

 

Twitter: @AReyesVigueras


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