Pobreza y la reserva monetaria

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Coneval nos confirma que México sigue siendo un país donde la pobreza domina el escenario socioeconómico. No basta decir que desaparecerían los pobres si creciera la economía. Es la teoría de la marea: subimos o bajamos juntos. Esta tautología no explica que, mientras el PIB subía, aunque moderadamente, en el periodo 2012-14, 1.2 millones de mexicanos nacían en la pobreza. Hoy en día 7.1 millones de mexicanos aguantan carencias alimentarias extremas. 60% de los pobres está en las ciudades.

Crece la población, pero no lo que ella produce. Lo que ella cultiva y fabrica no cubre la demanda. Importamos lo que falta. Necesitamos producir más y, lo que no es igual, hay que incrementar la productividad. Para ello está Prospera, un programa que impulsa la producción al tiempo que la Cruzada Nacional contra el Hambre intenta mitigar la pobreza con subsidios que nunca alcanzarán. Para ello, coordina 19 dependencias federales además de varios gobiernos estatales.

Surge en estos días una aguda devaluación del peso, que se añade a la carga que representa el déficit comercial. La reserva monetaria en el Banco de México, que hace unos días superaba los 190 mil millones de dólares, está siendo mermada a diario para sostener el peso. Por otra parte, nos resultarán más caros los insumos importados que componen el 60% de lo que fabricamos, hecho que también grava a las reservas.

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No hay que olvidar que la reserva monetaria proviene de lo que aporta nuestra balanza de pagos y, más fundamentalmente, del nivel de eficiencia con que trabajamos nuestros recursos materiales y humanos, que estamos lejos de aprovechar racionalmente. No podemos seguir mermando indefinidamente nuestra reserva monetaria si continúan bajando las fuentes que la alimentan, particularmente el comercio exterior.

Tenemos abundancia de recursos que hay que poner a trabajar para procesarlos y así atender la demanda interna. Entre los productos que venimos importando se cuentan artículos de consumo doméstico, incluso superfluos o de lujo, como podrá verse en los anaqueles de cualquiera de nuestros supermercados y que son una de las señales más evidentes de la brecha que separa a los que viven cómodamente de la pobre mayoría.

Aumentar la oferta nacional de los productos que podemos cultivar o fabricar aquí implica estimular el empleo.

Uno de los programas que el gobierno se propone inaugurar para aumentar la producción nacional es el de crear un pequeño número de Zonas Económicas Especiales para levantar el nivel de actividad en ciertas regiones hasta ahora desatendidas. Se trata de imitar las zonas (SEZ) que desde 1980 se abrieron en China para eximir a los inversionistas de impuestos y reglamentaciones vigentes en el resto del país.

Esas zonas han probado su éxito en los impresionantes desarrollos de regiones como Shenzhen, cerca de Hong Kong, Shanghái, Dalian, Ningbo y Tianjin.

Caben dos comentarios: en primer lugar, el propósito declarado de las SEZ en China y otros lugares como Vietnam o Tailandia ha sido el escapar de los rigores de los impuestos y de la legislación centralizadora y altamente controlada de esos países. Pero la futura legislación mexicana no ofrece, en cambio, sino escasos favores fiscales y administrativos.

La segunda observación tiene que ver con el estrecho concepto que tenemos en México de las zonas especiales, que sólo serían vistas como áreas fiscales que faciliten la logística de entrada y salida de mercancías de las empresas que ahí se instalen.

Este programa requiere ampliarse. Lo que necesitamos para vitalizar las grandes áreas desatendidas del país son espacios diseñados con una visión comunitaria, en los que funcionen actividades relacionadas entre sí, reuniendo servicios comunitarios tanto de salud, educativos o administrativos y en los que vivan sus habitantes de forma permanente y no meramente transitoria. Las zonas especiales deben visualizarse como verdaderos polos de desarrollo y no como simples plataformas para instalar “racimos” industriales inconexos.

La reserva monetaria de México, actualmente la mayor de su historia, no es ilimitada. Está directamente vinculada como imprescindible respaldo a los programas para vencer la pobreza creando empleos y difundiendo educación.


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