Pobreza franciscana

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El no sabe que no sabe porque no quiere saber que no sabe.

Cuenta la historia que San Francisco de Asís cuando tomó la decisión de ser completamente pobre y se despojó de sus ricas vestiduras ante su padre, que pretendía obligarle a olvidar las peregrinas ideas de pobreza y religiosidad de Francisco, porque estaban fuera de proporción en relación con la mentalidad predominante de los ricos del medioevo, como era el caso.

En aquel momento Francisco, si no recuerdo mal, fue arropado en aquel acto con la capa pobre de un religioso que se encontraba presente y también por al menos una parte de la Iglesia Católica. La historia continuó algún tiempo después con la fundación de la Orden Franciscana y la aprobación de la vestimenta que, en palabras del propio San Francisco era un vestido “de tosca lana y color de bestia, atado con una cuerda y con una capucha encima que era sacada de un vulgar saco”. Que hoy caracteriza a la pobreza franciscana de los miembros de la orden (Cfr.: Iglesia de Santiago-convento de San Francisco de Vélez-Málaga / @SanFranciscoVelez).

Hablar hoy, por boca del presidente de la República, de que va a llevar al país a la pobreza franciscana no es sólo un acto de incongruencia cuando vive en una gran mansión, precisamente “el Palacio Nacional”, antiguo palacio virreinal, sino pretendiendo llevar, obligatoriamente, al pueblo bueno y sabio a este nivel de pobreza en el que hoy subsisten Nicaragua, Cuba y Venezuela.

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Pero además gasta 20,000 Mdd en un tren sin destino, 14,000 Mdd en una refinería que no refina, 10,000 Mdd en un aeropuerto sin vuelos, 72 Mdp, en médicos cubanos que nadie sabe si son médicos, se gasta al mes 7 Mdp para el mantenimiento de su humilde vivienda, etc, etc

Si el señor presidente, en un acto de la honestidad, que presume y desde luego, de humildad como la de San Francisco de Asís, debería mudarse a una habitación austera y también cambiar sus ropajes presidenciales, tan caros como zarrapastrosos, por una especie de tilma como la de San Juan Diego, y claro, sin la imposible imagen pintada de la Virgen de Guadalupe en un tosco en un sayal.

Si bien el señor presidente, que presume de conocer la historia de Benito Juárez, pero no tiene mucha idea de lo que es la pobreza franciscana, puede hablar y de hecho habla de lo que no conoce y, al respecto, ¿qué tiene que ver la pobreza franciscana con el Tren Maya, o con el AIFA, o con Dos Bocas?, pues nada, pero las ocurrencias del presidente dan cuenta de su supina ignorancia, o sea, lo que según la Real Academia Española (RAE) significa:
“ignorancia que procede de negligencia en aprender o inquirir lo que puede y debe saberse”.

Lo anterior parece confirmarse en el caso de un AMLO que tardó alrededor de 14 años en aprobar las materias de una carrera, la licenciatura en ciencia pílitica, que debería terminarse en cinco, y claro, eso representa también la ocurrencia de faltas de ortografía y sintaxis verbales como el famoso “es de que…” o “magínense …”

Y sin embargo la pobreza franciscana tiene que ver con los caprichos del presidente, porque empobrece a la población a grados nunca vistos en este país, de acuerdo con diversos analistas como Ángel Verdugo, la pobreza extrema ya alcanza a ocho millones de mexicanos, con la fundación del Insabi y la anulación del Seguro Popular se negó la asistencia médica de tercer nivel a cerca de 20 millones de mexicanos en el INSABI casi sólo se atienden hoy enfermedades poco graves y, el rosario de caprichos e incapacidades está llevando al país de manera rápida a una pobreza franciscana, más ligada a su ignorancia de cómo funciona la economía, que a sus ansias de un torero que no sabe ni como se debe agarrar el capote.

Pero la pobreza franciscana no tiene que ver con la ignorancia culpable y sí con una imposición de caprichos que, en términos religiosos, se identifica con la actitud por la que se creó el infierno, la soberbia.


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