Patria, antes que bandos y partidos

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La CNTE: Demostraremos la fuerza de nuestro movimiento.

Gobernación: Si es necesario se utilizará la fuerza del Estado.

Aquellos reiteran su amenaza de “endurecer” sus acciones si no se abroga la reforma educativa, si no se libera a sus “presos políticos” y si no cesa la “criminalización de la protesta social”. El gobierno ratifica que no habrá marcha atrás en esa materia, convoca a un diálogo abierto y nacional para enriquecerla y corregir lo que proceda a través del Congreso. Se excluyen los paristas. La autoridad sigue tolerando desmanes y delitos, concede pagos a la CNTE por días que se nos informó no laboraron, y acepta en silencio la excarcelación de dirigentes.

En medio, y sin ser parte del conflicto, pueblos enteros sometidos a un sufrimiento grave e injusto: durante más de tres meses se les impide transitar, trabajar y producir, pierden o les roban su patrimonio y tranquilidad, y son vejados públicamente en absoluta indefensión. Además de asesinatos aún impunes, a cientos de miles de niños y jóvenes —por supuesto pobres— se les niega su derecho a recibir “educación pública, laica y gratuita”. ¡Ya no digamos de buena calidad!

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Lo bueno de esto, es lo peor que se está poniendo, pues las partes tienen poco margen para operar y ambas se juegan todo en esta partida:

Los líderes de la CNTE saben que terminaron sus años dorados, que la educación pública ya no será para ellos negocio privado, que se acabaron las plazas vendidas o heredadas, que es historia su control caciquil que subyugó a buena parte del magisterio, y algo fatal: la generosa ubre del gobierno ya no les dará la leche que los hizo poderosos y levantiscos, primero al servicio del PRI, y ahora en su contra. O sea, está en riesgo literalmente la vida del “movimiento”. Su reacción es perfectamente explicable: su lucha es existencial, y no admitirán fácilmente ser reducidos a maestros que den clases… a menos que éstas sigan siendo de vandalismo revolucionario.

Las autoridades actúan en el desfiladero, para ellas y para el país. Acusadas y acosadas por los cuatro costados (imputadas de corrupción, de no reducir violencia ni pobreza y de una conducción errática), se esfuerzan para que el conflicto no escale. Saben que el problema rebasa la llevada y traída reforma educativa, pues, además de los intereses que afectó, en las zonas de alta marginación actúa la vieja guerrilla de los años 70, así como el narcotráfico. Y, por si lo anterior fuera poco, ya todo gira —dentro y fuera del gobierno— en la órbita de la sucesión presidencial. Por eso la perversidad de los decididos a descarrilar toda acción de autoridad: si actúa es represora, y si no, es inepta. Si algo beneficia a un aspirante, a otro le perjudica.

En tan complicado escenario el gobierno debe recordar que es corrupto y pierde si abusa del poder, y también si no lo ejerce conforme a la ley; pero no nos engañemos, México saldrá adelante cuando sus hijos tengamos Patria antes que bandos y partidos. Así de claro y difícil.


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