#NoLeSaquen

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A Xóchitl Gálvez se le conoce por una historia de vida que refleja decisión, fuerza y compromiso. La vimos hace quince años formando parte del primer gobierno panista, como titular de la Comisión de Desarrollo de los Pueblos Indígenas. Como funcionaria pública, más allá de sus coloquiales y divertidas frases, se le conoce por su fama de servir al país de manera honesta, decidida y comprometida. Muchos la hemos conocido y muchos creemos que además de ser una buena amiga, sabe ser y es una buena ciudadana y una funcionaria pública de probada honestidad. La vi hacer campaña en condiciones muy difíciles y seguir adelante; la vi construir edificios sustentables en nuestra ciudad y vencer todos las barreras que se establecen. Parece que nadie la detiene.

Desde que el PAN anunció la candidatura de Xóchitl Gálvez para la Delegación Miguel Hidalgo, más de uno se asustó. Y a más de uno nos gustó la idea. Vive en esa demarcación territorial, ama el Distrito Federal donde se desarrolló y alcanzó sus éxitos empresariales, ama el estado que lleva el mismo nombre y que la vio nacer y le recuerda quién es.

La campaña iniciaba muy bien. El Instituto Electoral del Distrito Federal, resolvió en una votación cerrada de 4 contra 3, no aceptarle el registro porque tenía una credencial de Hidalgo. Pero la Constitución y el Estatuto del Distrito Federal, sólo pide la residencia y para ello existen varias pruebas. Lo demostró Xóchitl. Para hacérsela «más cansada» los consejeros electorales decidieron que no lo aceptaban ya que la credencial de elector era de otra entidad. El debate debió haber sido jurídico en toda su extensión, sobre el verdadero espíritu de una ley electoral y los derechos humanos que pueden resultar anulados por una interpretación ya no restrictiva sino absolutamente textual.

A la votación de los consejeros del IEDF, Xóchitl Gálvez contestó: «Con el apoyo de la gente, estaré en la boleta, seré candidata y ganaremos. Haré valer mis derechos». Ella tiene razón, primero porque la gente quiere que compita, y ella sabe -y al parecer sus adversarios también- que si se dedica a convencer, va a ganar la elección. Y segundo, porque probó que tiene los requisitos para ser candidata.

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Casos parecidos hemos tenido en el Distrito Federal. Es más, durante el debate, alguno de los representantes de los partidos reconoció que alguna vez tuvimos candidato a Jefe de Gobierno sin que acreditara la residencia en la ciudad.

¿En dónde está la discusión? ¿Qué pasa cuando se tiene la credencial de elector de un lugar distinto al del que se vive? El tema está en que la Constitución, el Estatuto del Distrito Federal señalan como requisito para una candidatura el de la residencia. Es el Código Electoral del DF el que de manera inconstitucional agrega un requisito: tener la credencial electoral del Distrito Federal. La confusión está en suponer que la credencial de elector es el único instrumento para demostrar el domicilio en el que se vive. El propio tribunal ha resuelto que la residencia se puede probar de otra manera. Esto es: el requisito es la residencia y no el estar empadronado.

Y no sólo eso: en el artículo 1º constitucional, en la reforma de Derechos Humanos publicada en el 2011 señala que tratándose de derechos, las autoridades deben interpretar las normas a favor de la protección de derechos. Es decir, la norma electoral debe interpretarse a favor del derecho de Xóchitl Gálvez a postularse como candidata -que sí probó su residencia y los requisitos del Estatuto del Distrito Federal- y a favor del derecho de los ciudadanos de quienes votan en la Delegación Miguel Hidalgo.

Por cierto, a propósito de mujeres indígenas que con su vida dan fuerza a la importancia de los derechos humanos: La diputada Federal Eufrosina Cruz ha logrado una modificación a la Constitución Federal: el artículo 2 fracción III del apartado A, a fin de que quede garantizado el derecho a votar y ser votadas de las mujeres indígenas sin que se pueda alegar prácticas comunitarias en contrario. Esta garantía está en general para las y los ciudadanos que integran nuestras comunidades indígenas.

Qué fuerza tienen esas mujeres que desde Tepatepec y Santa María Quiegolani ahora nos tienen a todos discutiendo normas constitucionales, derechos humanos y políticas públicas. En lugar de ponerles obstáculos deberíamos estar orgullosos de ellas, de su trabajo y hasta buscar la posibilidad de votar por ellas.


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