Donald Trump ha regresado a primer plano el debate sobre construir un muro (más bien extenderlo y reforzarlo) en la frontera entre México y Estados Unidos. En debates televisados y en declaraciones Trump insiste en que todos los problemas se resolverán con una posición más dura ante la migración y frente a los musulmanes. Insiste una y otra vez que mexicanos e islámicos amenazan al país con sus crímenes. El exPresidente Calderón lo describe claramente: «quiere imitar a Hitler».
Aunque mucho es retórica para atraer votos, su discurso xenófobo ha calado en algunos círculos y parece que lo convertirá en candidato. A muchos más les parece repulsivo, pero habrá que esperar a ver que sucede en las Primarias de su partido y en las urnas este noviembre. Hasta el viernes nuestro gobierno se pronunció finalmente, posición prudente que conlleva el riesgo de que la intolerancia llegue al poder.
Si el gobierno mexicano insistiera en el discurso del beneficio que aportan México y los mexicanos a la economía estadounidense, Trump tendría que buscar otros temas para enfocar sus baterías. No se ha hecho suficiente énfasis en que nuestros connacionales son parte esencial de la economía de ese país, que sin ellos se paralizaría casi por completo. Y no sólo la agricultura y la construcción, también los servicios son cada vez más atendidos por paisanos. Los miles de millones de dólares que el comercio mutuo aporta a ambos países nos hace mucho más que socios.
Más que luchar contra Trump, su muro, la xenofobia y la intolerancia, hay que convencer a los norteamericanos que necesitamos uno del otro para seguir progresando. Convencerlos que con México y los mexicanos tendrán la seguridad que demandan, así como productos de calidad baratos al tiempo que más estadounidenses tendrán un trabajo asegurado. Somos socios desde que somos dos economías complementarias.
Los muros son señal de intolerancia y de incapacidad de entender lo que significa la convivencia y el progreso compartido. Es el triunfo del miedo al diferente en vez de convertirse en mano tendida para avanzar todos. Es negar que la solidaridad aporta más que el volcarse en sí mismo.
Por desgracia ese discurso xenófobo también ha cundido en Europa, la que se decía solidaria, y ahora también levanta vallas para limitar la inmigración. A pesar de que sabe que es un continente que se vuelve viejo y requiere sangre joven tanto para sostener la producción como mantener viable su sistema de pensiones, parece seguir los consejos xenófobos.
En vez de practicar la solidaridad, principio de la Unión Europea, ha seguido el ejemplo de Trump y de la muy criticada Hungría, levantando vallas en sus fronteras tanto en Austria y Croacia como en Eslovenia, impulsando a Serbia y a Macedonia a hacer lo mismo. Con ello han dejado aislada a Grecia con el problema de contener y alimentar la marea humana que huye de la guerra. Los helenos no se merecen el abandono de Europa.
México debe denunciar todo acto contra los derechos humanos de los migrantes, sea en donde sea. Debe pronunciarse por la solidaridad. Denunciar las vallas erigidas en Europa y el aparente doble discurso de la Unión Europea será la mejor defensa contra el levantamiento de obstáculos en nuestras propias fronteras.
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