Migrantes, escudo de odio y exclusión

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“Hoy es un nuevo país… Las ciudades grandes como Londres, así como lugares con educación incluyendo Oxford y Cambridge votaron por quedarse… y al final todo se resolvió por una campaña basada principalmente en el odio y la intolerancia contra inmigrantes… es terrible”: Alicia Nahmad (joven y exitosa arquitecta mexicana, desde Londres, al conocer la votación final a favor del Brexit).

Con apenas unas cuantas horas de distancia en dos diferentes y muy poderosos países del mundo, ganaron las propuestas que, invocando al nacionalismo y a recuperar la fortaleza de sus países, hicieron del discurso y las propuestas antiinmigrantes una de sus más poderosas herramientas.

Por un lado, el Tribunal Supremo de Estados Unidos emitió un fallo que mantiene congelados los programas migratorios DAPA (Deferred Action for Parents of Americans and Lawful Permanent Residents) y la ampliación de DACA (Deferred Action for Childhood Arrivals), cuya finalidad es brindar temporalmente a las personas sin documentos, y que cumplen los requisitos establecidos, la oportunidad de continuar en el país, a no ser deportados, con la posibilidad de trabajar y, lo más importante, les abre una vía para su legalización y permanencia indefinida. Si bien es cierto que el acuerdo de la Suprema Corte no es per se un acuerdo antiinmigrante, éste se deriva de una demanda que interpusieron gobernadores que han expresado posiciones de rechazo.

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La decisión de mantener el bloqueo de estos programas pone en riesgo de deportación a cerca de cinco millones de personas sin documentos, de las cuales se estima que hasta 3.2 millones son de origen mexicano, lo que significa una terrible incertidumbre de separación familiar y desamparo de menores cuyos padres, sin documentos, salen a trabajar y no regresan porque probablemente fueron detenidos por alguna falta menor; significa el retroceso de una sociedad que pregona la tolerancia y la igualdad.

Por otro lado, en el Reino Unido -con una cerrada votación- 48.1 por ciento (16.1 millones) de los británicos eligieron la permanencia en el bloque europeo, pero 51.9 por ciento (17.4 millones) votó por salir, es decir, ganó el denominado Brexit, ganó la opción de abandonar la Unión Europea y con ella ganó también el discurso antiinmigrante, entre otras consignas.

Quienes jugaron como fiel de la balanza fueron principalmente los adultos mayores a quienes miles y miles de jóvenes les reclamaban su voto, minutos después de conocer el resultado final. Seis de cada 10 adultos de 50 años o más votaron por la salida, mientras que en el lado opuesto 64 por ciento de los jóvenes de 18 a 24 años votó por la permanencia.

La interpretación de los jóvenes británicos es que sus compatriotas, los de mayor edad, votaron a favor de despojarlos de las oportunidades y de las ventajas de una Europa donde habitaban sin muros ni exclusión.

Algunos de sus mensajes en las redes sociales son más que reveladores: “el futuro de este país ha sido decidido por quienes no estarán aquí para vivir con las consecuencias. Que desastre”… “hemos perdido el derecho a vivir y trabajar en 27 países”.

Tanto en la resolución de la Corte en Estados Unidos como en Gran Bretaña, los migrantes han sido usados como escudo de odio y exclusión.

No caben ni las soluciones, ni las lecturas simples frente a realidades complejas. No basta descalificar a un bando y llevarlo al cajón de la estupidez. Es hora de ir más a fondo y entender las razones que están provocando decisiones que son contrarias a la libertad, la democracia y la prosperidad.

La joven arquitecta volvió a escribir hace unas horas: “es claro que el problema son años de olvido y restricciones a las comunidades más necesitadas y la salida fácil fueron los inmigrantes en lugar de las razones de fondo que continuarán afectando… ahora anunciaron más impuestos y restricciones… la isla se está cayendo a pedazos…”

Habrá que responder de mejor manera al triunfo de propuestas radicales ya sea de una demagógica izquierda o derecha. El pasado viernes 24 de junio de 2016 será recordado como el día en que cambió la historia no sólo de Gran Bretaña, sino también de un mundo más abierto y libre.

Ganaron los muros y cientos de puentes fueron derribados en las urnas y también en la Corte.


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