De las encuestas publicadas en estas semanas ha llamado la atención el poco éxito de quienes se han promocionado de manera abusiva y exagerada en la televisión. Concretamente los casos de Aurelio Nuño y Ricardo Anaya. Leo Zuckermann se preguntaba en su artículo de ayer por qué era tan bajo el reconocimiento de algunos de los competidores. Quizá los encuestadores podrán explicar con más precisión esas inquietudes, pero lo cierto es que una imagen pública se construye con algo más de tiempo que meses de bombardeo mediático, se podrá llegar a reconocer al personaje pero no a definir sus atributos o deficiencias. Un candidato a la Presidencia no se construye en seis meses en un solo carril.
Lo que es claro es que Nuño, quien sale mañana, tarde y noche en los noticiarios ahorcado por su corbata, no ha pegado. Lo cual indica que la cobertura de noticiarios tiene su límite y que los que creen en la influencia total de las primeras planas viven norteados en términos electorales. Claro, Nuño apenas empieza y al final del día está haciendo su chamba. El caso de Ricardo Anaya es muy llamativo porque no hace su trabajo en el partido y sí le apuesta a ganar en spots no sabemos qué —prestigio, reconocimiento, una candidatura—. Evidentemente ha crecido en reconocimiento. De algo ha servido la espotiza. Pero el costo para ese partido ha sido alto. Lo ha dividido. Anaya claramente se adjudicó los spots. Les ha quitado anuncios a los candidatos en Veracruz y Durango, por ejemplo. Peor aún, le ha quitado a su propio partido la posibilidad de diferenciarse radicalmente de López Obrador. Se pensó que Anaya daría un aliento nuevo al partido, no que iría a imitar a su némesis.
Lo que pasa con los spots de Anaya es escandaloso. En la campaña presidencial de 2006 —en la que los spots tuvieron gran relevancia— los conteos del IFE en televisión arrojaron que AMLO tuvo 16 mil 316 spots; Felipe Calderón tuvo 11 mil 904. El joven Anaya, según conteos preliminares, tan solo del 22 de enero al 10 de marzo de este año tuvo en televisión ¡121 mil 161 spots! Una locura. Es más, todos los spots de la campaña de 2006 de los candidatos a la Presidencia sumaron 40 mil 305. Más de 80 mil spots de diferencia. Se calcula que Anaya ha estado «al aire» más de 130 mil horas desde que empezó su gestión. ¿No es demasiado?
Más allá de ese desperdicio, también está el de López Obrador, quien llegó el año pasado al millón de spots y apenas les saca dos puntos de ventaja en preferencia a sus adversarios que nunca han tenido un spot a escala federal. Parece ser que los spots ya no son lo que eran. Y es muy posible porque tampoco la televisión es lo que fue hasta hace poco. Y quienes quieran leer las encuestas, los mensajes y hasta a los propios candidatos como se hacía hace un par de años, me parece que están equivocados.
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