Los «progres» y la SCJN

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No le veo ningún problema a que alguien haya sido “taquimecanógrafo” en sus inicios. Me parece mucho más digno que ser plagiaria, como ha sido documentado en el caso de la señora Dresser.

La elección de presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación fue todo un evento mediático. Qué bueno. Ese tipo de elecciones no debe escapar al escrutinio público. La relevancia de un evento de tal naturaleza es evidente. Más aun cuando se tuvo una votación tan cerrada. El hecho de que haya votaciones cerradas es parte de la normalidad democrática. Atrás quedaron las votaciones en que se arrasaba —y no solo en aspectos de puestos de elección popular— La votación en la Corte, más que división, proyecta que hay debate, que no hay uniformidad y, mucho menos, imposición.

Sin embargo, un amplio sector de la prensa progre se ha mostrado muy indignado porque ganó un, dicen ellos, conservador. Estos columnistas, articulistas, forman una especie de capilla quesque liberal —nunca terminan de aceptarlo— o socialdemócrata, o antiestablishment. La cosa es que nunca ganan sus candidatos a nada, salvo en el futbol español. Entonces se enojan y ya no emiten opiniones, sino condenas. Como pertenecen a la misma generación, funcionan con una especie de espíritu de cuerpo: se entrevistan unos a otros, se invitan a sus programas para opinar lo mismo y darse la razón y se retuitean con singular entusiasmo. Pensar que pueden poner al presidente de la SCJN a tuitazos es un poco ingenuo, por una parte, pero también es de un desprecio gigantesco a los ministros que votan que podrán caerles mal por no ser progres, pero tienen ideas propias y conocen su trabajo.

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A la cabeza de lo políticamente correcto se encuentra la exitosísima comentarista Denise Dresser. Esta pequeña Torquemada no se anda por las ramas cuando algo no le parece. Ella dicta sentencia de muerte pública a quien le parece corrupto o, grave delito, conservador. Como no ganó su candidato, la señora dice que la Corte es “chiquita”. Dice que el ganador comenzó en el Poder Judicial como “taquimecanógrafo”. Ah, el toque racistoide y clasista nunca está de más para descalificar a quien se detesta por su origen. No le veo ningún problema a que alguien haya sido “taquimecanógrafo” en sus inicios. Me parece mucho más digno que ser plagiaria, como ha sido documentado en el caso de la señora Dresser. Asegura doña Denise que el ministro Cosío antepuso en su voto “una animadversión personal”. Ignoro si el ministro le dijo a la comentarista los argumentos de su voto, pero una animadversión personal se me hace una poderosa razón para no votar por alguien. Yo entendería que Dresser jamás votara por mí, por ejemplo. Denise lamenta la elección de un “conservador”, una palabra que le llena la boca y que sorprende al salir de una persona que se viste y se peina como monja de 1937 y se comporta como madre superiora dictando castigos morales.

Creo que el ministro Zaldívar es un hombre inteligente y talentoso. Pero se percibe su debilidad porque la prensa lo adore y porque hablen bien de él. Eso se arregla en un consultorio, no en la SCJN. Pero veamos ¿Qué tan liberal es el ministro de los progres? : votó contra el amparo “Yo contribuyente”, que la propia Dresser impulsó efusivamente, y que tenía por objeto evitar la condonación del pago de ISR a los estados. También votó en contra de que decidiéramos si se abre el sector energético a la inversión privada o si se redefine la base de cálculo de los salarios mínimos; validó las facultades de geolocalización de teléfonos celulares sin autorización judicial; negó el acceso ciudadano a las declaraciones patrimoniales de los servidores públicos y apoyó la superioridad jerárquica de la Constitución sobre los tratados internacionales cuando aquella impone restricciones expresas a los derechos humanos.Así que lo que se dice liberal, liberal, pues no es. Más bien sus votos tienen un tufillo conservador.


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