Los partidos aquí y allá

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Poner la vista en otros lugares siempre es sano. No solamente para contrastar lo que de positivo se tiene —al fin y al cabo conformarse siempre es una opción, claudicante pero opción— o para ver lo que puede venir, lo que debe uno de rectificar para evitar la equivocación o el escenario del desastre.

No somos muy buenos en eso, la verdad. Mirar afuera nos hace sentir miserables o triunfalistas. El jardín de a lado siempre es más verde y los jardines lejanos, más porque se desconocen por completo. Pero hay temas, asuntos, eventos que es fácil prever que nos lleguen más temprano que tarde. El caso de los partidos políticos y su imagen decadente es un ejemplo que ya está aquí, ya llegó.

No hay partido que no arrastre consigo desprestigio —solo los completamente nuevos pueden alardear de no tener problemas, pero recurren a candidatos con pasado—. Pero lo que vemos ahora no nos había tocado. Será difícil que cambien porque el costo del desprestigio de uno lo cacha el otro y así, elección tras elección. Para colmo, son los que hacen las leyes para competir electoralmente y han decidido hacer casi imposible la posibilidad de que un independiente compita en condiciones de equidad con ellos. Normalmente requieren de un partido que sea vehículo para la candidatura. Así, pues, los partidos no tiene reales incentivos de cambiar. Deberían voltear a ver qué sucede en el mundo.

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En España han salido partidos nuevos, es relativamente fácil hacerlo, que han puesto en verdadero jaque a los partidos que llevan años en el tablero político (el PP y el PSOE, IU). Podemos, la agrupación nueva más exitosa y Ciudadanos se colarán inevitablemente a la vida política española. Lo cual, independientemente del lugar que queden, es un éxito en sí mismo.

El pasado domingo en El País, Javier Cercas hablaba de los temores que le suscitaban las nuevas agrupaciones. Particularmente, que abanderen el cambio para al final, no cambiar nada. Ya ha pasado. Pero Cercas habla claro de la ceguera de los partidos. “En España los partidos políticos se han convertido en clubes exclusivos, casi carentes de democracia interna, y también en agencias de colocación donde todos parecen velar por sus propios intereses y nadie por los de todos”. Había la intuición, dice Cercas, de que “los partidos habían colonizado a la sociedad y se habían convertido en focos permanentes de corrupción.” ¿Le suena conocido al lector? Parece un tema de lo más mexicano pero no creo que los partidos tomen nota.


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