Libertad y Justicia

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Terrorismo continuo, criminalidad rampante, corrupción generalizada, gobiernos ineficaces y políticas contraproducentes apuntan hacia un Estado disfuncional y una solución: hay que enderezar el derecho.

El derecho es muchas cosas al mismo tiempo. Es orden, es sabiduría, es producto de historia y geografía. El mínimo moral de una sociedad. También es identidad, estructura y planeación como cuando construye una constitución. 

El derecho es juez y verdugo, pero también en muchas ocasiones oculta incentivos perversos, como cuando subsidia a los partidos políticos. Mal planteado es corrupción –como leche en polvo– a la que sólo le falta agregar agua.

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El derecho no es una cosa material; es información, claramente. Por ende, anticipó muchas cosas que apenas están siendo evidentes en la era de la información. Por ejemplo, guardar información no es gratis.

La prescripción es una institución jurídica que reconoce que guardar información tiene un costo. Como un expediente de papel está expuesto a que se lo coman los ratones o las cucarachas o la humedad que genera acidez. El derecho inventó la prescripción de los delitos y de las obligaciones civiles y las deudas mercantiles.

Ahora la prescripción puede abolirse. Podemos crear sistemas con memoria inborrable y no costaría gran cosa. Si debes, pagarás tan pronto recuperes tu fortuna, sin importar el tiempo que pase. Si delinques, tus actos quedarán grabados para siempre, esperando que te encuentren. Nada de que a un narco lo dejan libre después de 20 años y ya nadie se acuerda de lo que quedó debiendo.

La idea de la persona individual como principal titular de derechos y obligaciones tiene que cambiar. En ocasiones somos parte de otros sistemas, como la familia. Para algunos efectos la familia está ignorada, en otros casos está siendo distorsionada. 
La modernidad no es moda, sino experiencia con tecnologías que nos dan una vida mejor. Modernizar el derecho significa que cobre más efectividad.

Se dice que las personas morales son ficciones legales. La verdad es que una sociedad mercantil tiene todos los atributos que tiene una persona de carne y hueso. Estructuralmente no hay mucha diferencia. Por eso estamos siendo muy benignos con los daños que se hacen en nombre de libertad de comercio. Esto tiene que cambiar, al tiempo que mejoran los incentivos para crear empresas.

Los tiempos de reacción del Gobierno tienen que cambiar también. Las burocracias son el gran obstáculo para la creación de nuevas industrias. La protección de supuestos derechos humanos se convierte en estorbo para construir un aeropuerto o un parque productor de energía eólica. Hoy no tenemos por qué tardar años para tomar una decisión por complicada que parezca. Y, sin embargo, México está varado en su desarrollo.

No podemos culpar a personas de todos nuestros males. El derecho comanda muchas voluntades; y las fallas de diseño de una legislación producen consecuencias negativas que se multiplican a lo largo y ancho del ámbito de vigencia de la ley.

Gran parte de nuestras fallas como País vienen de una mala legislación, producto de políticos que: entregan lo que no es de ellos, como lo bienes públicos; o privatizan y explotan lo que es de todos –como la información que secuestran para aumentar su poder.

El tema es muy amplio. Las consecuencias de las fallas son enormes y, sin embargo, nadie siquiera habla del problema en estos términos. Hay que distinguir entre las fallas humanas y las fallas de los sistemas que generamos para supuestamente hacer nuestra chamba más fácil. 

Es difícil culpar únicamente a un gobernante por las trampas que lo atrapan. Eso también es culpa de los gobernados. En todo caso, estamos frente a una ceguera colectiva.


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