Libertad de opinión y militancia

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Uno de los temas que se quedó en el tintero luego de la renuncia de Nicolás Alvarado Vale de Tv UNAM, y que no se discutió más que en pocos espacios, tiene que ver con un argumento que ofreció al retirarse de la televisora, acerca de la manera en que ser funcionario público restringía su capacidad para ejercer su libertad de opinión. Sin duda un tema que merece más reflexiones.

Libertad y pertenencia

Algunos militantes se han cuestionado, al ocupar un puesto público, si en aras de perteneces a una administración de gobierno pueden continuar con sus labores partidistas, pues –en opinión de muchos– no están claros los límites entre el funcionario público y el integrante de un partido.

         Sin duda, cada quien es libre de ejercer su libertad de expresión y difundir sus opiniones por más equivocadas que estén. El problema es cuando tienen que renunciar luego de externar esas opiniones, en particular si lo hicieron a través de las redes sociales generando una reacción en la opinión pública, la mayor parte de las veces en sentido reprobatorio.

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         El caso más reciente fue el protagonizado por Nicolás Alvarado, pues como director de Tv UNAM –y desde años atrás colaborador de Milenio Diario– publicó un artículo en el que muestra su desacuerdo acerca de la obra de Juan Gabriel, justamente en la semana en que el cantautor falleció.

         Si bien la polémica se vale, el clamor en las redes sociales fue para pedir su salida de la estación universitaria, con el pretexto de que sus opiniones no eran acordes al espíritu universal de la Máxima Casa de Estudios del país.

         De nada valieron las consideraciones acerca de que Alvarado estaba ejerciendo su libertad de expresión, equivocada para muchos, pero libertad a fin de cuentas.

         Este mismo año, un funcionario de Jalisco quien a través de Facebook se expresó contrario a la comunidad gay también tuvo que dejar su trabajo a causa de la reacción reprobatoria de las redes sociales, en lo que algunos consideraron una muestra de intolerancia.

         El debate se ha centrado en lo que una persona, sin importar su ideología u ocupación, pueda expresar al amparo de la libertad de expresión y lo que es considerado posible difundir a través de las redes sociales.

         Sobre la última parte del párrafo anterior, ya hay quien ha dirigido la atención a la forma en que muchos usuarios de redes sociales se han convertido en jueces –algunos hasta en censores– de lo que los demás opinan. Pocas discusiones civilizadas se aprecian es estos espacios, pues la mayor parte de las veces las condenas e insultos son utilizados en lugar de razonamientos para lograr que el otro cambie de opinión.

         Y en el caso de los funcionarios públicos el riesgo es mayor. Lo políticamente correcto se convierte en una camisa de fuerza y las opiniones deben ir orientadas en este sentido, a riesgo de que el tribunal de las redes pida la cabeza y, finalmente, ésta caiga por expresar una idea, buena o mala, pero idea al fin de cuentas.

         Algo similar sucede al interior de los partidos políticos. En ocasiones la institución no tiene una postura consensada entre sus miembros acerca de algún tema –el PAN con la legalización de las drogas o el PRI con su definición ideológica, por ejemplo–, pero eso no es impedimento para que algún militantes, ocupe un puesto directivo o no, salga a dar a conocer su posición personal sobre el particular, lo que es tomado por los medios como la “posición” del partido y, en consecuencia, el instituto político comienza a recibir la condena del tribunal de las redes por algo que no sabían en su área de comunicación social o en su presidencia.

         Sí, en teoría, todos tenemos la libertad de expresar nuestras ideas y opiniones, logrando alcanzar a miles de personas gracias a las redes sociales, esto no puede convertirse en oportunidad de linchamiento cuando alguien va en sentido contrario a lo que se considera políticamente correcto.

         Es curioso, pero vale la pena recordar que Adolfo Hitler pudo publicar Mi Lucha sin sufrir un linchamiento, aunque alguno pensaría que de existir en la década de los 30 del siglo pasado un tribunal de las redes como el que tenemos, la humanidad se hubiera ahorrado tantos horrores que generó un personaje como el citado. Todo es cuestión de enfoques.

         Al final de cuentas, Nicolás Alvarado tuvo razón al mencionar que el puesto restringió su capacidad de expresión, a la vez que se equivocó al juzgar a Juan Gabriel desde una perspectiva clasista como el mismo justificó. Quizá su salida no se debió dar por la columna publicada, aunque no era la persona ideal para Tv UNAM. Todo es según el cristal con que se mira.

         Sólo quedan las palabras del divo de Juárez: “pero qué necesidad…”

Del tintero

Pasado el informe y la visita de Trump, los partidos entran en negociaciones internas para algo que es muy importante para ellos: las elecciones 2017. Pero no crean que están muy apurados, porque el puente de esta semana sólo harán que los acuerdos se tomen con más calma, hay prioridades y los festejos son primero, sobre todo con música de Juan Gabriel.

 

@AReyesVigueras


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