Lecciones políticas del Brexit

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Sus consecuencias no sólo son dañinas para Europa, sino también para la economía mundial y los efectos ya se sienten.

Cuidado con lo que anheles, no vaya a ser que se te conceda.
Proverbio chino

 

Ante condiciones adversas es preciso ser positivo. Algo bueno debe salir luego de la decisión de Reino Unido de salir de la Unión Europea. Se desprenden, desde mi punto de vista, algunas lecciones:

I. Los consensos no son de una vez y para siempre.

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Cuando dos seres humanos o dos comunidades se encuentran, hay tres reacciones posibles: exterminarse uno al otro, construir un muro para evitar el mínimo roce posible o llegar a un entendimiento. Europa optó por la escabrosa tercera opción. El inicio podría ser la Paz de Westfalia (1648) o el Congreso de Viena (1815). En fecha más reciente, se dan los Tratados de Versalles (1919), el frustrado intento de crear la Sociedad de Naciones por esas mismas fechas y la creación de la Organización de Naciones Unidas (1948). En 1952 destaca la formación de la Comunidad del Carbón y el Acero, derivada del acuerdo de Konrad Adenauer (Alemania), Robert Schuman (Francia) y Alcide de Gasperi (Italia), constructores de un nuevo orden. La Comunidad Económica Europea nace como tal con el Tratado de Roma (1957). En este devenir hubo diversos tropiezos, como el intento de una Constitución (2005), frustrada por Francia, ninguno tan grave como el más reciente.

II. En este mundo globalizado, nada nos es ajeno. Somos vulnerables ante cualquier acontecimiento exterior.

Contemplamos el Brexit como algo remoto, que sería rechazado por Reino Unido. Sin embargo, sus consecuencias no sólo son dañinas para Europa, sino también para la economía mundial y los efectos ya se han empezado a sentir. Lo más peligroso es la situación de incertidumbre que puede ocasionar graves trastornos en el futuro.

III. Cuidemos las palabras, son nuestro instrumento de trabajo por antonomasia. La pérdida de credibilidad provoca profundas crisis dañinas para los pueblos.

Los políticos, en el afán de ganar, prometen, ofrecen, sin medir las consecuencias ni las posibilidades de cumplimiento. En ambos bandos (salir, permanecer), se incurrió en una demagogia que ahora está ocasionando graves problemas. Es hora de darle un sentido de responsabilidad y seriedad a la política.

IV. No confundirse con las aparentemente certeras figuras de la democracia directa. En muchas ocasiones complican más las cosas.

Se ha venido insistiendo en instrumentos de democracia directa sin haber consolidado una auténtica y sólida democracia representativa. Inglaterra, cuna del parlamentarismo y de la Carta Magna de 1215, documento primigenio de la democracia moderna, incurre en una grave falla al utilizar el referéndum para una decisión que debe corresponder a las Cámaras.

V. No podemos prescindir de los partidos políticos, la tarea consiste en fortalecerlos y hacerlos más serios
y responsables.

Los partidos políticos nuevamente fallaron y, en lugar de hacer un eficiente trabajo de orientación, se empecinaron, con una enorme miopía, en cuidar sus intereses facciosos. Las consecuencias están a la vista, el país con mayor tradición partidista cometió un enorme error, impulsado por políticos populistas e irresponsables.

VI. El siglo XXI exige nuevas herramientas de análisis para no encajonarse en los estrechos casilleros de viejas creencias.

Las ideologías se desvanecieron, la rivalidad izquierda y derecha se vació, la pugna se dio dentro de los partidos políticos y las evidencias están a la vista.

Como bien lo dijo Peter Mair, los ciudadanos en Europa Occidental se están retirando y distanciando de la política convencional. Entendamos los nuevos requerimientos y aprendamos de estas nuevas circunstancias.


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