Lecciones electorales que nos negamos a aprender

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El ciclo electoral mexicano casi siempre concluye con numerosas impugnaciones, gritos de “fraude” y al final, una reforma electoral. Si se trata de una elección presidencial, ya sea por coyuntura o conveniencia, prácticamente es obligada la reforma al sistema electoral. Sin embargo, aunque pensamos que no cometeremos los mismos errores, la realidad es que los partidos y los políticos nos aferramos a tropezar con las mismas piedras.

2018 no está lejos: las reglas electorales empiezan a ser desafiadas por los contenidos y liderazgos en sus spots, numerosas gubernaturas y cargos en disputa, precandidaturas presidenciales en efervescencia. Las encuestas comienzan a generar más especulación y nos dejan ver que algunas lecciones todavía merecen consideración:

1. Los partidos no están extintos. El periódico Reforma publicó en su última encuesta (17 de abril de 2016) que el 68% de los entrevistados se identifican con algún partido político. Si bien el sistema de partidos recibe cotidianas y merecidas críticas, aún este alto porcentaje tiene la camiseta puesta. Las estructuras partidistas no son un tema del pasado y probablemente sigan definiendo algunos procesos electorales en los que contar con militancia, representantes de casilla y activistas, puede hacer la diferencia para definir un ganador.

2. Los liderazgos no son tan grandes como quieren parecer. La reforma constitucional que abrió las puertas a las candidaturas independientes tuvo una inspiración ciudadana, apartidista. Sin embargo, se ha convertido en la amenaza al interior de los partidos. En algunos casos, como el de Nuevo León, dejar el PRI fue la mejor decisión para la candidatura de Jaime Rodríguez, pero no es una historia que pueda repetirse en cada conflicto interno.

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Si analizamos la misma encuesta, el único aspirante que se encuentra por arriba de las preferencias de su partido es Andrés Manuel López Obrador, quien le aportaría a su partido 9 puntos porcentuales.

Por el contrario, el caso más dramático es el del PRI. Este partido, que tendría una intención de voto del 25%, no alcanzaría más del 17% aún si consideramos el análisis con su precandidato más conocido.

3. Las alianzas cambian los resultados. Tanto la encuesta del Reforma como la publicada por EL UNIVERSAL/Buendía & Laredo (levantada entre el 26 de febrero y el 2 de marzo) son claras respecto de la variación que pueden arrojar los resultados dependiendo de las alianzas que se presenten.

Así, mientras el PAN encabeza algunos careos o se encuentra en segundo lugar dependiendo de la encuesta, estos resultados serían muy poco probables de materializarse si el PRI y PVEM mantuvieran su alianza o si las izquierdas alcanzaran un consenso rumbo a 2018.

Llama la atención el rápido crecimiento de Morena, que se encuentra a sólo 3 puntos del PAN y 6 arriba del PRD (Reforma), y que con pocas alianzas podría desplazar a Acción Nacional a un tercer lugar. Desde el proceso electoral de 2000, el PAN no ha vuelto a aliarse en una elección presidencial. 2018 puede representar la urgencia por volver a sumar.

4. La unidad tiene sus beneficios. Con la izquierda fragmentada y la poca popularidad de las caras más visibles del PRI, Acción Nacional tendría una vez más la oportunidad de gobernar nuestro país. Esto, si y sólo si, el PAN no se divide. La amenaza de Margarita Zavala por dejar el PAN si no es candidata, no puede soslayarse si tomamos en consideración la fragilidad de la coyuntura política. Sin embargo, Margarita no cuenta con el mayor número de militantes panistas. El éxito o fracaso del PAN dependerá en gran medida de la capacidad para generar nuevos liderazgos locales y nacionales, de crear una presencia territorial nacional, especialmente en las entidades donde prácticamente no existe, pero que tienen un padrón electoral muy relevante, pero sobre todo, de su capacidad para incluir y generar consensos. Si no lo hace, ahí está la historia del PRI y de numerosas derrotas del PAN en los estados.

5. Las estrategias de comunicación cuentan. La presencia de Ricardo Anaya y Andrés Manuel López Obrador en los medios de comunicación les ha dado a ambos dirigentes buenos rendimientos electorales. Ricardo Anaya es más conocido y cuenta con una mejor imagen que lo reportado en encuestas anteriores, y López Obrador se encuentra como ganador en la encuesta de Reforma. No en vano hay voces que piden otra reforma electoral.

Ahí están las encuestas a la vista de todos, cada una con sus propias lecciones.


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