Las universidades incómodas

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Empiezo por decir que soy egresado de la UNAM. Le debo en muchos aspectos, no sólo el académico sino también en mi proceso de entender otras regiones del país y otras clases sociales con los que no había yo tenido contacto. En la UNAM aprendí de excelentes maestros, los que crearon las capacidades más importantes que necesitaba el país. Además, aprendí mucho y sigo aprendiendo de excelentes compañeros, con los que tengo una amistad de varias décadas y a los que tengo un agradecimiento que nunca será suficiente. Lo digo porque reconozco que no puedo ser imparcial cuando se trata de la UNAM. Así que le pido, estimable lectora o lector que lo tomen en cuenta al leer estas líneas. No cabe duda de que, en este país, como en otros muchos, las universidades siempre tienen algo de incómodas. En parte porque cuestionan la así llamada “sabiduría popular”, en parte también por la real o aparente soberbia de profesores y académicos, que se perciben superiores a la mayoría de la población por otras razones. En particular, en nuestro país, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha sido tradicionalmente la universidad más incómoda para las autoridades de este país. Nacida de una confrontación fortísima entre el Gobierno y los profesores, así como los estudiantes de esta, su autonomía no fue el resultado de una concesión del sistema: le fue arrancada por la fuerza al Gobierno de la Revolución. Desde entonces todos los gobiernos han tratado de influir o manipular de alguna manera a la UNAM. Los métodos han sido muy diversos: desde el reclutamiento de alumnos para participar en el partido en el poder, hasta los intentos de manipulación de la Junta de Gobierno y del Consejo universitario para imponer o al menos dar su anuencia al nombramiento de un rector. Muchos de los movimientos universitarios han tenido como objeto la destitución de algún rector o, en algunos casos, este ha sido el precio que han para tenido que pagar los rectores que no han podido resolver los problemas de los movimientos estudiantiles o que no han seguido los dictados de las autoridades. El hecho es que La UNAM ha sido la proverbial “piedra en el zapato” para los gobernantes de este país. Sin embargo, éstos han tenido mucho cuidado no mostrar públicamente interés por controlar a la UNAM. Lo que no quiere decir que no lo hayan intentado, pero nunca de una manera abierta. Esto ha cambiado con la 4T.  Muy al principio de esta administración hubo un diferendo importante entre el presidente de la República y el rector de la UNAM, porque este no acepto algunos criterios que esperaba el señor presidente que se incorporarán en la UNAM. En los últimos días, en cambio, ha habido un extrañamiento importante de Andrés Manuel hacia la UNAM. Le acusa de no tener suficiente conciencia social y de no haber colaborado de manera importante en la atención a la población en el caso del COVID-19. La UNAM responde en un documento citando las indicaciones de la Secretaría de Salud sobre la participación de los estudiantes en los hospitales. Indicaciones que fueron aceptadas por la UNAM, por diversas razones que expresa en ese mencionado documento.[1] Cabría preguntar si otras universidades hicieron algo diferente. Que yo sepa, y estoy dispuesto a que me corrijan públicamente, todas las universidades siguieron las mismas indicaciones. También es cierto que la UNAM tuvo participación de otros modos, sobre todo en la Ciudad de México. ¿Será acaso que este extrañamiento a la UNAM se da en el ambiente de rechazo a la contratación de médicos cubanos? Porque el argumento es que no tenemos suficientes especialistas y que los egresados de las escuelas de Medicina no quieren ir a las zonas marginadas del país. Lo cual indicaría que no están siendo formados con una conciencia social. Y, como muestra, la mayor de las escuelas de Medicina, precisamente la Facultad de Medicina de la UNAM, es señalada como formadora de médicos faltos de conciencia social. Creo que esta podría ser la razón, pero reconozco que no le veo fruto a este enfrentamiento. La UNAM y sus centenares de miles de egresados en todo el país, han mostrado su rechazo a esta acusación. Con lo cual, previsiblemente, la UNAM será cada vez más una molestia. ¿Hasta dónde llegará este diferendo? ¿Será que el propósito final, en una carambola de 3 bandas, el de reducir el ámbito de la autonomía a nuestra máxima casa de estudios? Espero que no. Todo país, y en particular este país, necesitamos una conciencia cívica. Necesitamos de universidades auténticamente autónomas. El sujetar a la UNAM al arbitrio de los grupos políticos en el poder, no presagia nada bueno. [1] https://www.dgcs.unam.mx/boletin/bdboletin/2022_401.html
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