La trampa

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La trampa fue clara: descalificar la marcha y dividir a las personas que pensamos diferente al gobierno. Ellos descalifican una marcha para trazar una línea divisoria entre quienes son de un partido y quienes no lo son. Y, de esa manera, buscan dividir a la oposición y al mismo tiempo descalifican todo intento de manifestación en contra de la autoridad.

Toda la semana intentaron deslegitimar la participación ciudadana y definir quién sí puede ser calificado como “pueblo” y quién no. El gobierno sugiere que, si hay ciudadanos privados apoyando una movilización, “algo malo hay”. Además de la ciudadanía, descalificaron a los partidos políticos o a quienes cumplimos con una función pública y, así, acabaron por descalificar la marcha antes de que ésta se hubiese llevado a cabo.

Y, por si fuera poco, todavía no salían los manifestantes del Zócalo, cuando el gobierno morenista, a través de la presidenta, salió directamente a criticar y señalar: “no hubo jóvenes”, “fueron violentos”, etc. Claro que acudieron los jóvenes y resistieron con valentía; en cuanto a los supuestos violentos no debemos olvidar que quizás pudieron ser los que conocemos como anarquistas que son consecuencia directa de posturas radicales de los propios morenistas y, se trata, en la mayor parte de los casos, de jóvenes que la misma autoridad tolera y, en ocasiones, incluso instruye y manipula. En una democracia, la autoridad debe responder con propuestas, con soluciones o, al menos, con algo de empatía hacia las causas. Pero no: el gobierno actual tiende trampas.

Además, el gobierno se refiere únicamente a la marcha de la Ciudad de México, aun sabiendo que las manifestaciones se dieron en múltiples ciudades de nuestro país: Uruapan, Morelia, Aguascalientes, Monterrey, Guadalajara, Cuernavaca, por ejemplo. Ignoran deliberadamente lo que ocurrió en el resto del país.

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La marcha fue un éxito por sus múltiples expresiones, por acusar claramente la falta de seguridad y la clara indignación que causa la complicidad del gobierno con el crimen organizado; también giró la atención de muchos que, hasta ahora, han sido indiferentes. Y además logró que se exhibiera un gobierno que reprime y que infiltra “violentos” para desanimar ésta y próximas manifestaciones.

Resalto una vez más que desde el gobierno se intenta separar deliberadamente a la oposición social de la oposición política. Se trata de una clásica jugada del poder autoritario: romper el puente que podría unir el descontento social con la alternativa política. El objetivo: divide y vencerás.

Nada le sirve más a Morena que las siguientes frases: “no queremos a los partidos políticos, no queremos a políticos”, “todos son los mismos” “que se vayan todos”. Le sirven porque son frases que separan, le sirven al autoritario porque así se deshace de buena parte de la oposición y combate a la que está menos organizada. Le resulta muy útil que los opositores acabemos divididos.

Esa es la trampa y los ciudadanos debemos decidir si caemos o no en ella. Que nos sirva a todos la imagen del joven que sostiene una bandera en medio del humo de los gases lacrimógenos que fueron esparcidos en el Zócalo y que dañaron a niños, adolescentes, jóvenes y adultos mayores.

Cuidado, si caemos en la trampa, los mexicanos nos quedaremos sin canales de expresión y participación, sin fuerza formal, y los partidos se quedarán sin sociedad. Así, los opositores perderán los instrumentos y las organizaciones políticas perderán la fuerza ciudadana. Perderemos todo, mientras el gobierno lo gana todo.

No caigamos en la trampa. Créanme, lo peor que le puede ocurrir al oficialismo es ver al pueblo indignado y a la oposición política caminando –aunque sea simbólicamente– en la misma dirección.

Debemos reconstruir y fortalecer el puente entre oposición y opositores si queremos devolverle el rumbo a México.

@Mzavalagc

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