La tarde que apuñalaron al Inai

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A Juan Francisco Ealy Ortiz y todo su equipo, en el 99 aniversario de EL UNIVERSAL

La camaradería reinaba al interior de la amplia camioneta que, a inicios de junio de 2014, circulaba por el sur de la ciudad de México llevando en su interior a varios de los flamantes comisionados del Instituto Nacional de Acceso a la Información Pública y Protección de Datos (Inai).

Tenían apenas un mes en el puesto; en febrero anterior se le había otorgado autonomía constitucional al otrora IFAI. Y en sus primeras declaraciones, uno de ellos anticipó que dejarían atrás las rencillas en el pleno, pues formarían una “hermandad”.

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En el vehículo, el comisionado Eugenio Monterrey se ocupaba de mantener viva la conversación. De pronto —según uno de los testigos presenciales—, atendió una llamada en su celular; sin perder la sonrisa, miró a sus acompañantes y los alertó como quien hace una travesura: “Les hablan de Los Pinos”.

El teléfono fue de mano en mano, y cada oído registró el mismo mensaje: La Presidencia de la República vería con buenos ojos que los señores y señoras comisionados designaran como su presidenta a Ximena Puente, acaso la más novata entre ellos, la más profesionalmente frágil, las más susceptible a presiones. Eso sí, la más risueña.

En temas trascendentes, sólo la primera decisión es un error; las demás son consecuencias. Esa tarde marcó un deterioro que no ha hecho sino crecer en el órgano garante de la transparencia en México, posiblemente el más importante producto de nuestra transición democrática en la última década. Si con Felipe Calderón la institución estuvo bajo acoso, la administración Peña Nieto decidió una “colonización“ preventiva.

Puente de la Mora (Colima, 1977) es una afanosa estudiosa del Derecho. Lo ha estudiado tanto que apenas y lo ha ejercido. Cursó la licenciatura en Colima, una maestría en la conservadora Universidad de Navarra, España, y un ecléctico doctorado “interinstitucional“ en Guadalajara. A los 26 años ya daba clases en su alma máter colimense. En esas seguía, estudiando y enseñando, cuando en 2011 fue impulsada a presidir el instituto local de transparencia. Nunca antes había tenido funciones públicas ni llegó a acumular mayor prestigio entre sus colegas abogados.

Como presidenta del órgano de transparencia en Colima se apresuró a visitar el IFAI en la ciudad de México, donde buscó el tutelaje de comisionados de primer nivel como Ángel Trinidad Zaldívar, Jacqueline Peschard o María Marván. Todos la alentaron entonces. No se sabe que ninguno de ellos le ofrezca ahora respaldo.

Sin duda, en el nuevo Inai había aspirantes con más empaque personal y apoyo político para dirigir el organismo. Entre ellos, el citado Eugenio Monterrey, quien tuvo el mismo cargo que Puente en el Estado de México, u Óscar Guerra Ford, que lo ostentó en el DF. Pero el primero está excesivamente identificado con el equipo de Los Pinos, en particular con el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, lo que le permitió ser considerado para ser comisionado en las últimas horas del proceso de selección, como lo ha documentado el columnista Ricardo Alemán. El segundo representa al PRD, gracias a su acompañamiento acomodaticio con el gobierno de la ciudad de México.

El resultado de esta ecuación era predecible: Monterrey sería la correa de transmisión con el gobierno federal, Guerra Ford pactaría su apoyo a cambio de posiciones en el aparato administrativo, y la doctora Puente de la Mora sería una presidenta para las relaciones públicas.

A falta de convicciones, los nuevos comisionados hicieron relucir ambiciones. En sucesivos acuerdos se elevaron ellos mismos el sueldo al nivel de ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; suspendieron la normatividad que establecía el servicio civil de carrera y exigía exámenes de oposición a aspirantes a cubrir vacantes. Cesaron a más de 160 funcionarios para colocar a los propios; crearon decenas de plazas con altos sueldos; se asignaron secretarios particulares y otros asistentes… En suma, sepultaron el espíritu que animó la creación del antiguo IFAI. Incluso, la ofrecida “hermandad“ se perdió debido a pugnas internas por protagonismos o disputas por el presupuesto.

La comisionada presidenta acababa de cumplir un año en el cargo cuando organismos ciudadanos especializados en el campo de la transparencia y la rendición de cuentas ya protestaban en una carta pública ante la apatía y la anomia de los integrantes del Inai. Y no les faltaban razones: el 24 de junio último, los citados comisionados Eugenio Monterrey, Ximena Puente, más Patricia Kurczyn y Francisco Acuña habían avalado la reserva de la averiguación previa sobre los sucesos de Tlatlaya. Una semana antes justo el mismo grupo confirmó —luego corregiría a medias— la reserva sobre las bitácoras de viaje de las aeronaves de Conagua en el enojoso caso de su director, David Korenfeld. Carente de legitimidad en el origen de su presidencia, Ximena Puente sólo puede conquistarla en el ejercicio de la tarea para la que fue designada por el Senado. Pero no hay duda de que encara crecientes dudas respecto de que ella y sus compañeros en el Inai estarán a la altura de los retos de la transparencia, la protección de datos personales y la rendición de cuentas en el país.


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