La supercomplicada ‘Operación Cicatriz’ del PAN

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Dentro del panismo hay muchos resentimientos, disgustos y hasta deseos de revanchismo, a veces justificados y otras no, pero para el afectivo humano, eso no importa, simplemente existe. Todos lo reconocen, y por eso se habla de “unidad”, lo que es casi el eje central discursivo de Ricardo Anaya.

Esto no es propio de la militancia de Acción Nacional, es parte de la naturaleza humana, y por tanto de toda gran organización. Pero el PAN lo resiente y mucho, y su supervivencia como partido destacado y no del montón requiere un buen grado de unidad, de cohesión interna.

Y no es precisamente un conflicto entre grupos, ya que la mayoría de los inconformes no tienen un líder, no son como las “tribus” perredistas, simplemente tienen en común determinados malestares y quejas. Hay, claro, quienes se identifican con determinados liderazgos, por lo que se puede hablar de calderonismo, maderismo, corralismo y anayismo a nivel nacional y de otros muchos “ismos” localmente. Pero lo que más identifica a los inconformes es determinadas causas.

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El reto del PAN, sobre todo de su nuevo presidente y comité ejecutivo nacional (CEN), es resolver las grandes quejas de manipulación, mal uso de recursos, falsificación de la democracia interna y el “cuatismo”. Son demasiados los comités estatales y municipales que encaran denuncias (formales o no) de corrupción en el uso y abuso del poder y del dinero, del indebido control y de cerrazón ante quienes no son del equipo. A ello deben sumarse las acusaciones de corrupción contra gobernantes panistas.

No es asunto de líderes, sino de oposición de muchos militantes a grupos de poder, cerrados y señalados. Por esta razón, el buscar la unidad partidaria no es cuestión de convenios entre líderes, con intentos de borrón y cuenta nueva, de mirar hacia adelante y dejar el pasado. No, no es por allí.

Para dolor de Ricardo Anaya, muchas de las quejas, esas que deben solucionarse, o al menos empezar seriamente a solucionarse, son en contra del mismo grupo que formó Gustavo Madero y que hereda Ricardo. Las acusaciones de mal uso de recursos, del cuatismo para designar o forzar candidaturas en este 2015, de violaciones a la democracia electoral interna, a niveles municipal, estatal, regional y nacional, no se pueden simplemente dejar atrás para unificar al partido.

Muchos asuntos deben resolverse, muchas acusaciones deben aclararse, y tomar las medidas legales que correspondan. Muchas elecciones deben revisarse, mucho del uso de fondos debe auditarse y fincarse responsabilidades penales cuando proceda. Las acusaciones sobre “moches” solicitados o exigidos, o de dineros “desaparecidos” deben ser aclaradas, están en un limbo inaceptable.

Mientras no sucedan todas estas cosas, NO habrá unidad en el panismo. Así de simple. No es cuestión de buena voluntad de unificación, “porque el enemigo está afuera”, no. La desunión no es cuestión de luchas por el poder que deban terminarse o al menos suavizarse, porque no es asunto de liderazgos a unificar.

Es mucha de la militancia inconforme y hasta enfurecida frente a los grupos de poder que controlan para sus particulares intereses comités de todo tipo. ¿Cómo se les unifica si no es resolviendo sus inconformidades? No hay otra manera. Por esa gravedad ha habido renuncias a un partido que los renunciantes ver como causa perdida.

No se trata de unir a los “rebeldes de Corral” contra “los jóvenes” de Anaya. Los problemas de unidad panista no son sólo de esta elección del 16 de agosto, vienen de años atrás, según el lugar de que se trate. No se resuelven dando espacios de poder o decisión a rebeldes destacados de Javier Corral, cosa que por ahora no se ha dado.

Así, el intento y oferta de campaña de Ricardo Anaya de unir al partido es enormemente compleja, y requiere desbaratar grupos particulares de poder, neutralizarlos, y hasta expulsar del partido a quienes resulten responsables de dañar al PAN por su oportunismo. Cada estado, y muchos municipios, tiene estos problemas, son diferentes y de distinta antigüedad. Y habrá enormes resistencias.

Pero lo más crítico para que Anaya recorra el camino de la cicatrización, es resolver más o menos a satisfacción las quejas contra él mismo y de su grupo político, justificadas o no, reconocidas o no.

El asunto del padrón alterado que se utilizó en agosto no es menor, es muy grave. Todos reconocen su alteración, comenzando por Ricardo, que ofreció arreglarlo tras la elección. Y ese arreglo implica responsabilidades penales para “quienes resulten responsables”. Y sin este arreglo del padrón, no habrá posibilidad de unidad en el partido.

La “operación cicatriz” es, si vemos su magnitud y sus complejidades, casi una pesadilla. Pero el nuevo CEN y su presidente tienen que enfrentarla. Es un proceso muy largo, que implicará fuertes resistencias de quienes se han apoderado de comités estatales y municipales, que no tienen justificación ni legitimidad ante muchos militantes.

Este camino de unificar al panismo requiere de muchas colaboraciones, pero ganarlas es parte de esa pesadilla que Ricardo Anaya tiene que pasar. Se debe esperar que los inconformes colaboren, que proporcionen soluciones, que ayuden a limpiar al partido, y que los oportunistas se vayan o se disciplinen y actúen en favor de los intereses nacionales, en vez de los propios. Y que se les quite el poder, para que no hagan más daño.

¿Muy difícil? Sí, muy difícil ¿Imposible? No, posible, doloroso, cansado y requirente de enormes dosis de buena voluntad y decisiones valientes, como se dice, “que cuesten lo que cuesten”.


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