La renuncia

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¿Quieres saber cuánto vales? Intenta  cumplir  tu deber

Goethe

Una de las relaciones humanas más compleja y difícil es la de un militante con su partido. Entran en colisión los principios más relevantes de la ética y política.

Siempre he pensado que filosofar es una virtud. Cuestionarse a uno mismo sin cesar, con permanente inconformismo, con todo el rigor del que uno pueda ser capaz. Nunca descartar la posibilidad de desertar cuando la causa ha sido traicionada.

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Manuel Gómez Morin, destacado mexicano del siglo XX, fue un ejemplo. En 1927, renunció a la Junta Directiva del Banco de México, institución que él concibió, porque se estaban distorsionando sus fines, y en 1934, a la rectoría de la Universidad Nacional al percibir que su permanencia estaba dañando a esa casa de estudios.

En alguna de mis lecturas encontré un pensamiento fascinante: “Qué bellas son las llamaradas que se desprenden cuando uno quema sus naves”. Cierto, pero también ese sentimiento de liberación genera un dolor al desprenderse de algo valioso.

Guardo una enorme gratitud a dos organizaciones en las que he hecho mi vida política, el PRI (24 años de militancia) y el PAN (31 años). En los dos casos lo hice con pasión y entrega. El motivo de mi renuncia fue por algo muy elemental: no sentirme respetado en la posición que creía merecer y que fue otorgada a personas que ni remotamente acreditaban méritos para obtenerlas.

En el PAN (cuya historia podemos dividir en dos etapas: la de doctrinario y la de auténtico partido como opción de acceso al poder), por mi permanente crítica, elemento indispensable en toda tarea, se me han negado las oportunidades de servir desde hace 14 años.

Nunca desistí. Puedo presumir de mis constantes “derrotas” postulándome una y otra vez a cargos de elección haciendo campañas en Tabasco y Chiapas en condiciones muy adversas, pregonando la doctrina panista y convocando a la participación responsable.

Ingenuamente creí que con la ineptitud y la corrupción de la anterior dirigencia habíamos tocado fondo. Nuevamente me equivoqué. No hay ningún motivo para retomar la esperanza. Quienes hoy están al frente del partido no tienen ni la convicción ni la voluntad ni el conocimiento para estar a la altura de lo que estos tiempos demandan. Resuenan las palabras del fundador del PAN: “No ambiciones lo que no mereces”.

En mi último trayecto político no puedo ser indiferente cuando aún me quedan ganas de luchar.


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