La mediocridad que daña

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En los regímenes dictatoriales, esos de corte caciquil, de los que todavía existen en nuestro País, claro que maquillados con los polvos de elecciones periódicas a la que se les llama pomposamente democráticas… pero ya me estoy saliendo de tema. Retorno; decía que en un régimen de esa naturaleza, se impide el arribo de los mejor preparados. 

A los capaces, por principio -IRRACIONAL- se les posterga en forma sistemática, porque son peligrosos. Esta exclusión se cobra muy cara, porque llegan los peores. Esta barbaridad -con perdón de los bárbaros- constituye una violación agresivamente dolosa, porque se mantiene lejos, con pleno conocimiento de causa (adrede, pues; para subrayarlo), fuera de toda posibilidad de acceso, a los pensantes y con principios, y sin estos, la sociedad no progresa y se estanca.

Es devastador que triunfen los peores. Para que estas “victorias” se den hay un ingrediente siempre de por medio, lo que la siquiatría denomina “trastornos de mediocridad”. En palabras llanas, la ausencia de presión social. 

Y es que la mediocridad es la madre de la conformidad, de la domesticación de la voluntad en sus diferentes grados. Y hablando de mediocres, los estudios del tema clasifican a los mediocres en simples e inoperantes. 

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El mediocre simple sigue el cencerro sin más aspavientos, no es exigente… nomás lo mínimo. Pero al mediocre inoperante, al darle todo igual, sin distinguir entre lo bueno y lo malo, lo hermoso y lo feo, no tiene ni de lejos deseo alguno de propiciar progresos de ningún tipo ni tamaño, en asunto que intervenga, LO ESTANCA. Con este tipo de mediocre siempre opera el “más vale malo por conocido que bueno por conocer”. De modo, que de su parte: CERO innovación.

Cuando un individuo con esta “patología” llega a un cargo público, no tarda en mostrarse: parálisis funcional progresiva, a la que se suma casi siempre una HIPERFUNCIÓN burocrática, con la que pretende disimular lo que natura le negó. Cuando este tipo de mediocridad es SEVERA, pasa a ser Mediocridad Inoperante Activa, y entonces, además de lo descrito, le invade un deseo irrefrenable de notoriedad y de control e influencia en todo lo que se mueva.

Le da por asignar funciones de “seguimiento y control” porque esto le permite deshacerse de adversarios creativos y talentosos. En el puesto público tiende a ordenar cantidades enormes de trabajo, pero INNECESARIAS, e introducir todo tipo de regulaciones y obstáculos para entorpecer aquellas actividades que realmente son creativas y productivas.   Por otro lado, el mediocre inoperante activo es generalmente, envidioso, le duelen el bien y el progreso de los demás. La excelencia particularmente les produce alergia, de modo que destruirla es consigna, con todos los medios a su alcance.

Como habrá usted caído en cuenta, a mayor mediocridad, mayor agresividad en el desempeño del cargo. Hay especímenes francamente intolerables, porque además de mediocres adoptan poses de diva, se vuelven inaccesibles. Es una forma ridícula para demostrar lo “importantes” que son, pero no le arreglan ni un café. La mediocridad de la clase política mexicana no discrimina, en su cofradía hay hombres y mujeres. Muchas veces sin estudios ni experiencia alguna, nada más por mandato del “dedazo” o del servilismo llegan al cargo público. Ah… y si le resultan rateros, peor se pone el asunto, y el remate: la impunidad. La nomenclatura protege a sus agremiados. 

En su obra “Camino”, José María Escrivá, refiriéndose a cuestiones del carácter, pero va que ni pintado para estas reflexiones sobre la mediocridad en la política, que usted hace favor de leer. 

Le comparto: ¡Qué modo tan trascendental de vivir las necedades vacías y qué manera de llegar a ser algo en la vida –subiendo, subiendo– a fuerza de “pesar poco”, de no tener nada, ni en el cerebro ni en el corazón! Porque así son los mediocres y qué daño le han hecho a esta disciplina del quehacer humano, que es la Política.

La criba, es decir, la posibilidad de criba, la tendremos el año próximo en Coahuila. Hágale un bien a esta casa tan amada y tan noble. Razone su voto, parta del análisis de la trayectoria de cada persona que pretenda convertirse en su gobernador o gobernadora, diputada o diputado, alcalde o alcaldesa. Y así decida a quien va a otorgarle su confianza. Libre a nuestra casa de mediocres y/o corruptos, solo usted PUEDE.

Me niego a aceptar, como afirma el escritor japonés Haruka Marukami, que “la mediocridad no tiene remedio”. ¿Usted no?


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