La juventud frente a su reto

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El tema de la juventud salta a las primeras planas y se presenta la Generación Z, que son aquellos nacidos entre 1997 y 2015, o sea, en plena era digital y con el apogeo de las redes sociales. Hay que aclarar que la GZ ha sido capaz de derribar los gobiernos del Perú y de Nepal y ya es conocida en muchas partes del orbe. Convocaron a una marcha el sábado pasado y caminaron del Ángel de la Independencia al Zócalo de nuestra ciudad capital, igual como lo hicieron en varias ciudades del país. Difícil de calcular la multitud que acudió al llamado, definitivamente no eran sólo 17 mil, como lo refirió la autoridad. Había adultos mayores, padres de familia, niños pequeños junto con los convocantes que, sin definir sus preferencias políticas, se manifestaron en contra del asesinato de Carlos Manzo, protestaron en contra de la corrupción, por la falta de oportunidades, por el clima de violencia y la inseguridad. 

Pero nuestras quejas son aún más complejas. Las crisis de hambre, las carencias en los servicios de salud, la falta de educación y de empleo y demás privaciones que padecen las mayorías donde se fundamenta el origen de la inquietud y la inestabilidad que inevitablemente se desborda en problemas políticos sin solución inmediata.

La impresionante explosión demográfica mundial de las últimas décadas estalla en las nuevas generaciones que padecen condiciones de miseria acentuada en todas las regiones del orbe de escaso desarrollo.

Sin los dramáticos escenarios de África o Asia, el panorama en nuestro país para una juventud que es ya un creciente 30% de la pirámide de la población, también es alarmante. El gobierno de Morena, que se jacta de ser de izquierda (en el sentido de ser antiderecha o antiempresarial), ni con sus numerosos programas sociales atina en dar respuestas coherentes a las marchas, plantones y bloqueos cada vez más frecuentes.

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Casi la mitad del país se encuentra en un virtual estado de sitio por las mafias que ahí gobiernan amedrentando a la población que vive con el constante temor de que en cualquier momento estalle la violencia imposible de contener. La situación seguirá  mientras no se resuelvan los reclamos que salen de cada casa y de cada pueblo, afectando el futuro de niños y jóvenes. La Presidenta de la República asegura que su gobierno atiende los problemas desde sus raíces, que las perversas administraciones del pasado dejaron crecer. La realidad, empero, denuncia la falsedad de las aseveraciones oficiales.

El Inegi es el primero en dar a conocer los índices descendentes en cada uno de los rubros más críticos. En lo social, no se puede ocultar la falta de atención médica y la ruina en que se encuentran las escuelas primarias y secundarias. En lo económico, la caída de la actividad manufacturera y el consecuente aumento de la informalidad en el sector laboral. En lo que a las finanzas públicas se refiere, sigue aumentado el monto de la deuda pública, tanto nacional como extranjera, mientras que el flujo de la nueva inversión se estanca.

La realidad es escueta y la señora Presidenta es la primera en saberlo. Después de que López Obrador dispusiera la desaparición de numerosos fideicomisos y entidades públicas cuyos presupuestos sirvieron para sostener sus proyectos icónicos y, con ello, se acabaron los fondos de los que normalmente disponía el gobierno para atender las necesidades más elementales del país.

Al ahondarse la penuria habrá más recortes que afecten los componentes del bienestar prometido, dejando cualquiera expectativa a la suerte de los magros presupuestos futuros donde cada año crece el porcentaje de gastos sociales comprometidos tanto por pensiones inamovibles como por los numerosos programas sociales, independientemente de la carga que representa el servicio de la deuda pública.

El año 2026 se presenta más comprometido que antes. Las protestas de la Generación Z son un preaviso. El momento de ejercer el poder está sólo a un paso. En muy poco tiempo, la GZ empezará a ejercer las primeras funciones de gobierno.

Continuar por la vía trazada por Morena es dejar sin resolver los problemas que se irán agudizando y condenar al país a la suerte que han corrido todos los regímenes personalistas de la llamada izquierda: la de lanzar a sus pueblos al más cumplido desastre.

A la Generación Z le tocará poner los remedios para salvar al país.

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